Batalla del Garellano (1503)

La nueva amenaza le obligó a realizar un repliegue táctico hacia el este del río Garellano, en cuyas cercanías ocupó varias plazas fuertes (San Germano, Montecasino, Roccasecca) con las que articuló un sistema defensivo para frenar el avance de los franceses.

Esto último era más acuciante en el bando español, que tenía mayores dificultades para hacer llegar los suministros al frente, mientras que los franceses podían recibirlos desde el mar a través de su plaza fuerte de Gaeta.

El marqués relajó entonces la vigilancia, movió soldados hacia retaguardia y permitió a los oficiales descansar en los pueblos vecinos.

Incluso concertó una tregua navideña para los días 25 y 26, al término de la cual, los franceses, que ya no esperaban una ofensiva enemiga, seguían sin estar alerta.

Cosa que Córdoba aprovecharía para situarse en ciertos puntos claves y lanzar a continuación su ataque por sorpresa.

La noche del día 27 el ejército español estaba reunido cerca de Sessa, en un pueblo llamado Cintura (probablemente la actual Borgo Centore, fracción de Cellole), muy próximo al paso tendido con barcas encadenadas y controlado por los franceses, que daba acceso a Traietto (hoy Minturno), en cuyas cercanías se situaba el real francés.

Sería cerca de esta última villa, desde la orilla opuesta, a donde se desplazarían los españoles por la noche para armar el puente y pasarlo al amanecer del día siguiente.

Le seguiría luego un cuerpo central con el propio Córdoba al frente.

La mañana del 29 las tropas españolas entraron en el ya abandonado real francés.

Para evitar el escape (y posterior atrincheramiento en Gaeta) de los franceses decidió envolverlos.

Cundió el desconcierto entre las primeras filas de ésta, compuestas por lansquenetes, que quedaron inmóviles sin saber cómo reaccionar.

Las tropas españolas recorrieron rápidamente los últimos kilómetros de la persecución, confluyendo en Mola y doblegando allá la débil oposición del genovés Bernardo Adorno, enviado por Saluzzo solo para ganar algo más de tiempo, y dando así fin a la batalla.

Al día siguiente la ciudadela de Gaeta, donde se refugiaron los últimos supervivientes, ya estaba cercada.

A tal efecto Gonzalo de Córdoba cedió dos carracas recientemente capturadas al enemigo, en las que viajaron Saluzzo, los altos oficiales y cuantos otros soldados cupieron en ellas.

Los oficiales que sirvieron a sus órdenes en las dos Guerras de Italia recogieron sus enseñanzas y las aplicarían en futuras ocasiones.