Aunque el rey Cristián IV de Dinamarca entró a la guerra ostentando defender las causas protestante y palatina, derrotadas al ser suprimida la Revuelta bohemia, su tardía participación reveló sus intereses dinásticos, que apuntaban al control del Círculo de Baja Sajonia.
Al igual que en la revuelta bohemia, las Provincias Unidas e Inglaterra apoyararon financieramente y ayudaron a reclutar soldados para los enemigos de los Habsburgo, aunque ambos Estados no participaron directamente en la guerra.
Rápidamente la región fue llevada a la ruina por los hombres de Mansfeld, que saquearon sistemáticamente la campiña.
[4] Finalmente, desde 1618, el Imperio se encontraba en paz, pero este estado duraría poco, los paladines protestantes continuaban activos, aunque temporalmente sin ejércitos; el asunto del Palatinado no había sido resuelto de manera satisfactoria para las Provincias Unidas, Inglaterra y Francia; y las reformas católicas de los Habsburgo en el Imperio estaba llevando a una centralización del poder en Viena, alarmando a los príncipes protestantes; finalmente, la llegada de un ejército imperial a la Baja Sajonia puso en alerta al Rey de Dinamarca, quien tenía sus propios intereses en la región.
Cristián de Dinamarca lo obligó entonces a renunciar, y la elección se repitió en mayo, con un resultado favorable para él.
[7] Para junio, contaba con un prometedor subsidio inglés, la prometedora primera parte de una ayuda aún mayor; no obstante, para el final de 1625, las negociaciones en La Haya no habían llegado a conseguirle ayuda sustancial, y se encontró aislado incluso en la Baja Sajonia, donde los mismos príncipes que lo había electo empezaron a darle la espalda bajo presión imperial.
Dos días después, Tilly ocupó Holzminden y Hoxter, dos cruces del Weser que Cristián de Dinamarca podía tomar si quisiera seguir al sur.
Cristián y sus hombres ya se habían retirado a Verden, y para ese momento la mayoría de sus aliados bajo sajones se habían desmovilizado; no obstante, lejos estar considerando hacer la paz, el monarca danés seguía negociando con los neerlandeses y los ingleses en La Haya, quienes para diciembre le habían prometido 35 mil libras al mes.
[11] Con este subsidio, Cristián empezó a reclutar ejércitos germanos, con la ayuda del margrave Jorge Federico de Baden-Durlach, quien al igual que el conde Mansfeld y el duque Cristián, fue un paladín protestante en la Campaña del Palatinado.
Tilly estaba demasiado débil entonces para hacerle frente, la plaga y las escasez de suministros habían mermado sus números, era claro que solo no podría derrotar a los daneses.
[12] En 1609 se casó con una rica viuda, que murió prematuramente ante la peste y le dejó una herencia de 400 mil florínes.
Una vez acabados los combates en Bohemia, se quedó en la provincia, y participó en la acuñación de monedas con menos plata de lo reglamentado, actividad fraudulenta promovida por el gobernador Carlos de Liechtenstein, que convirtió a los acuñadores, entre ellos Wallenstein, en los hombres más ricos del Imperio, y que ocasionó una escalada inflacionaria que emprobeció a los bohemios.
El rey danés, Cristián IV, también sufriría una derrota decisiva en Lutter, de la que no se recuperaría, si bien lograría mantenerse en la guerra por tres años más.
El Emperador tendría que hacer frente simultáneamente a una revuelta campesina en Austria, la cual aplastaría ese mismo año.
Para mayo, había concentrado los 20 mil hombres con los que contaba en Wolfenbüttel, presionando a los nobles locales a que no tomasen acción contra él, y al mismo tiempo dividiendo las fuerzas de la Liga Católica y de Wallenstein.
Cristián envió al duque Juan Ernesto de Weimar hacia Osnabrück para distraer a Tilly, simultáneamente, el duque Cristián concentró sus fuerzas en Gotinga, listo para saltar hacia Hesse, territorio de donde la Liga Católica obtenía fondos para su ejército.
Luego empezó a tomar posiciones para hacer que el duque Cristián de Brunswick se retirase.
Dos semanas después, Wallenstein llegó a Gotinga, e iniciaron los preparativos para un asalto combinado de sus fuerzas contra el rey danés.
Wallenstein partió entonces contra Mansfeld con 20 mil soldados, cruzando Sajonia y evitando Brandeburgo, para no provocar al Elector, que dudaba si debía mantenerse neutral o apoyar a los rebeldes; avanzando a mucha velocidad, la fuerza rebelde cometió un error estratégico al alejarse de sus líneas de suministro danesas, y cuando los imperialistas llegaron a Silesia, quedó atrapada en los Montes Tatras, dependientes del apoyo de Bethlen.
El rey Cristián IV de Dinamarca había permanecido inactivo en Wolfenbüttel, enviando refuerzos al este o al oeste, y mientras tanto intentaba convencer a otros príncipes germanos que se uniesen a su causa.
Los ejércitos se desplegaron en una amplio valle justo antes de Lutter, separados por un arroyuelo y rodeados por un bosque.
Los daneses se retiraron en dirección a Verden, quemando varias villas en su camino, y abandonando posiciones como Hanóver, pero reteniendo Wolfenbüttel.
El general católico quería seguir persiguiendo al rey danés, pero la Baja Sajonia ya había sido saqueada por los ejércitos que antes la habían ocupado, y no podía alimentar a su ejército, que estaba exhausto como para continuar hacia el norte.
Fadinger y Zeller mientras tanto viajaron por la campiña altaaustríaca buscando más apoyo, pero murieron en una emboscada.
A pesar del fracaso, la revuelta logró suspender el proceso de recatolización hasta 1631.