[12] Se desconocen prácticamente todos los datos de la mitología lidia, y tanto su literatura como sus rituales se han perdido, en ausencia de cualquier monumento o área arqueológica que haya aportado inscripciones extensas.
Se dice de Níobe que un torbellino la transportó hasta el monte Sípilo, en tierra lidia.
Este relato sirvió posteriormente para que se mencione a Tirseno, hijo de Heracles.
Lidia surge tras la caída del Imperio hitita, como resultado del colapso político y económico que llevó a la disgregación de este en el siglo XII a. C. En esa época el nuevo reino se llamaba Arzawa, aunque de acuerdo con las fuentes griegas, el nombre original de Lidia fue Meoncia[18] o Meonia,[19][20] por estar habitada por los pelasgos meonios.
Homero la cita como Meonia,[21] llamando maiones a sus habitantes y mencionando que procedían de Hida, al pie del monte Tmolo.
Algunos meonios existieron aún en tiempos históricos, en las tierras interiores a lo largo del río Hermo, donde se tienen referencias de una ciudad llamada Meoncia.
[30] Sin embargo, autores como M. Liverani, niegan que Frigia llegara a controlar la región de Lidia,[31] con lo cual en ningún caso Lidia sería sucesora de Frigia, sino un estado ajeno a ella.
Según Lucas Alamán, habría sido de este modo: Manes, Cotis, Atis, Lido, Akiasmo, Hermón o Adremis, Alcimo, Camblite, Tmolo, Teochimeno, Marsias, Jardano, Onfalo y Pilemeno.
En tiempos de Aliates II los medos conquistaron Armenia y Capadocia, llegando a las fronteras lidias.
En el 546 a. C. Lidia (Sparda, para los aqueménidas) fue conquistada y convertida en satrapía del Imperio persa con capital en la ciudad de Sardes.
Por entonces, Persia favoreció un período caótico al conquistar la isla de Samos y asesinar a su tirano Polícrates.
Durante la revuelta de las ciudades jonias en el año 499 a. C., lideradas por Mileto, Sardes fue saqueada e incendiada por los griegos.
[55] Durante esta época se construyó el «Camino Real» persa, un inmenso vial que conectaba Susa con Sardes.
Tras la reforma del emperador romano Diocleciano en el año 296 d. C., Lidia fue provincia independiente del Imperio romano, aunque mucho más pequeña que la satrapía que había sido, con capital nuevamente en la ciudad de Sardes.
Cuando en la Cuarta Cruzada cayó Constantinopla, Lidia continuó siendo parte del Imperio Griego bizantino ortodoxo.
[3] Pasados los tiempos mitológicos (desconocidos históricamente) ocupaba Misia, Caria, Frigia[61] y la costa de Jonia; aunque los lidios dominaran Jonia, dejaron que esos pueblos se gobernasen a sí mismos, estableciendo relaciones de vasallaje.
Una vez conquistada, el nombre Lidia nunca más volvió a abarcar tales dimensiones.
De la orografía destacan: En los lugares que ocupó Lidia destacan las siguientes masas arbóreas: Las culturas lidia y griega se mezclaron muchísimo, de tal modo que durante la época helénica ambas pueden confundirse.
[68] Aunque se cree que nació en Mileto o Fenicia, se sabe que fue un gran consejero de los lidios, en especial prediciendo el eclipse del año 585 a. C. en plena batalla con los medos —«Batalla del Eclipse»— y al paso sobre el río Halis.
Heródoto atribuye a los lidios la invención de algunos juegos en tiempos del rey Atis, como los dados, los astrágalos, la pelota, y excluye el chaquete.
[73] En cuanto a la arquitectura doméstica, los lidios tenían afición por la decoración profusa, especialmente caracterizada por el uso de elementos cerámicos como recubrimientos que mostraban escenas mitológicas griegas, práctica también extendida por diversos lugares de Grecia y Anatolia.
[73] Para comprender la visión antropomórfica lidia y sus relieves se pueden observar las monedas que, según Heródoto, inventaron.
Entre las monedas había dos tipos diferentes, unas utilizadas cotidianamente en Sardes y sus alrededores, mientras que otras servían para transacciones comerciales con los griegos.
Los griegos inventaron un tipo de lira llamada pactis, que tocaban junto a flautas y caramillos durante las campañas militares.
Los vasos encontrados en el túmulo de Aliates, si bien no tan exquisitos como los ofrecidos a los aqueménidas, pues son lisos, muestran un color rojo claro y revelan una muy buena manufactura.
Algunas llevaban estampados, como motivos, cabezas de toro y figuras humanas, mientras que otras solo mostraban diseños geométricos.
Esta distribución y concentración en la ciudad se debe a la influencia griega, cultura que desarrolló una economía basada en las ciudades.
En el siglo I a. C., Estrabón declaró que apenas quedaban ya trazas del lenguaje lidio.
[3] Cuenta también cómo la aparición de la moneda benefició al comercio, transformó la sociedad lidia y generó nuevas costumbres no conciliables con las griegas.
Las ciudades vasallas contribuían con sus propias tropas, entre las que destacaban los hoplitas griegos y lidios.