El término «empirismo» proviene del griego έμπειρία, cuya traducción al latín es experientia, de donde deriva la palabra experiencia.[2] Se le suele considerar en contraposición al racionalismo, más característico de la filosofía continental.Hoy en día la oposición empirismo-racionalismo, así como la distinción analítico-sintético, no se suele entender de un modo tajante como lo fue en tiempos anteriores, y más bien una u otra postura obedecen a cuestiones metodológicas, heurísticas o de actitudes vitales, más que a principios filosóficos fundamentales.Si bien el historicismo también reconoce el papel de la experiencia, difiere del empirismo al suponer que los datos sensoriales no se pueden entender sin considerar las circunstancias históricas y culturales en las que se hacen las observaciones.Por lo tanto, el empirismo actual se debe entender como uno entre múltiples ideales en competencia a la hora de obtener conocimiento.También se debe interpretar de una manera que permita distinguir el empirismo entre otras posiciones epistemológicas en la ciencia contemporánea.[4] Respecto del problema de los universales, los empiristas suelen simpatizar y continuar con la crítica nominalista iniciada en la Baja Edad Media.Los empiristas modernos más influyentes fueron John Locke, George Berkeley, David Hume y Francis Bacon.La historiografía filosófica impuso un Heráclito platonizado con un primitivo empirismo del fluir de todas las cosas.El sofista Protágoras sostuvo que todas las sensaciones son tan verdaderas como cualquier otra.«El hombre es la medida de todas las cosas» es la frase que viene a resumir esta tendencia.La tradición griega más empirista está representada por los sofistas y los escépticos, pero cada escuela (estoicismo, cinismo, cirenaísmo, epicureísmo, pirronismo) y cada momento histórico tiene sus respectivos representantes con diversos matices más o menos cercanos al empirismo o al racionalismo.Artistipo pensó que todo conocimiento es de la propia sensación inmediata, y aunque podemos conocer con certeza nuestras experiencias sensoriales inmediatas, no podemos saber nada sobre la naturaleza de los objetos que causan estas sensaciones.Jean Buridan y su teoría del ímpetu analiza el momentum o permanencia del movimiento después de que haya actuado la causa que lo produce, como ocurre en el caso de los proyectiles.Esto es posible gracias a la aportación árabe del sistema de numeración decimal, introduciendo el cero, ya conocido en la India y por los mayas, y los grafos numéricos actuales, que hicieron posible confeccionar tablas de operaciones aritméticas y sobre todo ampliar los campos del cálculo, esencial para el comercio que en esta época cultiva la burguesía de las ciudades.La experiencia como fuente de conocimiento adquiere un valor social que hasta entonces no había tenido.Según Descartes el entendimiento se funda en intuiciones evidentes puestas por Dios en la naturaleza humana, como ideas innatas o principios del pensar,[68][69] a partir de las cuales es posible establecer unas relaciones lógicas entre las ideas recibidas de la experiencia.[72] Son los racionalistas principales: Descartes, Spinoza, Malebranche, Leibniz,[73] Wolff, Pascal y el grupo de Port Royal en Francia.John Locke responde al racionalismo continental, defendido por René Descartes, escribiendo a finales del siglo XVII Ensayo sobre el entendimiento humano (1689).[76][77][78] Por otra parte, David Hume reduce todo conocimiento, en cuanto tal, a «impresiones» e «ideas».Pero no podemos encontrar ninguna impresión que tenga relación directa con la idea de causa.Los conceptos, en tanto que se deriven válidamente de la experiencia,[86] ponen en conexión conocimiento universal y realidad.Este es el rasgo esencial que caracteriza a muy diversos autores y escuelas unidas bajo el concepto del positivismo, de inspiración claramente empirista El positivismo o filosofía positiva es una teoría filosófica que se posiciona como una alternativa epistemológica tanto al empirismo como al racionalismo,[103] sosteniendo que todo conocimiento genuino se limita a la interpretación de los hallazgos «positivos», es decir, reales, perceptibles sensorialmente y verificables.Como un nuevo desarrollo del siglo XIX, se contrapuso a las visiones escolásticas tradicionalmente imperantes de una filosofía trascendental.Posteriormente surgieron diferentes aproximaciones positivistas, asociadas, entre otros, a los siguientes filósofos: Henri de Saint-Simon (1760-1825) Auguste Comte (1798-1857), Hippolyte Taine (1828-1893), Jean-Marie Guyau (1854-1888), Jeremy Bentham (1748-1832), James Mill (1773-1836), John Stuart Mill (1806-1873), Charles Darwin (1809-1882), Herbert Spencer (1820-1903), Roberto Ardigò (1828-1920), Ludwig Feuerbach (1804-1872), Eugen Dühring (1833-1921), Friedrich Nietzsche (1844-1900), Ernst Mach (1838-1916), Ernst Laas (1837-1885), Richard Avenarius (1843-1896), Hans Vaihinger (1852-1933), Friedrich Jodl (1849-1914), o Theodor Ziehen (1862-1950).El uso posterior del término está basado principalmente en la fenomenología de Husserl o relacionado críticamente con ella.La fenomenología se contrapone al fenomenalismo, que reduce los estados mentales y los objetos físicos a complejos de sensaciones,[110] y al psicologismo, que trata las verdades lógicas o los principios epistemológicos como productos de la psicología humana.[111].Esta teoría propone una visión antirrealista de la ciencia, aunque no rechaza todos los componentes del realismo científico.Que la ciencia tenga como objetivo ser empíricamente adecuada expresa el componente normativo.Séneca ataca la postura de Posidonio y Panecio que alaban la filosofía operativa: Arquímedes representa en este texto una actitud muy similar a lo que hoy día responde el concepto y elaboración de la ciencia.
Alegoría
de la sabiduría en la
Biblioteca de Celso
en
Éfeso
,
Turquía
. La inscripción en griego dice »ΣΟΦΙΑ ΚΕΛΣΟΥ» (
sofía Kelsou
). Pese a la ausencia de
iota subscrita
marcando el dativo en la primera palabra, se interpreta como «A la sabiduría de Celso».