Subjetividad

Su contrapunto es la objetividad, que se basa en un punto de vista intersubjetivo, no prejuiciado, verificable por diferentes sujetos.

Aquí hace yuxtaposición con el sujeto enunciado en la filosofía post-kantiana, con lo que se habla de la teoría crítica.

En Las pasiones del alma, notoriamente, desarrolla una moral basada en el amor y la generosidad, sentimientos que parten del reconocimiento de la alteridad como subjetividades u otros sí mismos.

Los referentes identificatorios y las reglas que rigen sus comportamientos están elaboradas a partir de las demandas en cada situación, las valoraciones o modalidades se configuran en relación con los otros.

Si pensamos al ser humano como una unidad indivisible: Mente(psique)- Cuerpo(soma), inserto en un ambiente en el que se encuentra constantemente expuesto a grandes tensiones, sufrimientos, problemas y dolor, cuyos efectos se manifiestan en su propio cuerpo.

Debido al auge que tienen estas en la Sociedad cada día se plantea la necesidad de adaptarse a las mismas e intentar pensar como pueden utilizarse con fines enriquecedores.

En las sociedades de control se instaura una nueva lógica basada en prácticas de control abierto y continuo, este no requiere visibilidad y trasciende las barreras físicas.

Por otro lado Hugo Zemelman (1997) menciona que la subjetividad es un proceso producente en el que se ponen en relación recíproca las prácticas culturales y sociales de un momento histórico con las colectividades y las individualidades en su singularidad.

Sobre el segundo punto es importante mencionar que es mediante el mito del amor romántico las mujeres se constituyen bajo la idea de ser tuteladas y protegidas por un hombre: “Esta subjetividad en clave sentimental... crea condiciones para un tipo particular de dependencia por la cual ella espera tal vez demasiadas cosas del amor de un hombre” (Fernández, 1993: 258).

No sólo como señalo Engels, para controlar su descendencia legitima, sino para producir su propia percepción de inferioridad (Fernández, 1993: 256)."

Provocando la fragilización de la mujer que se vuelve posible debido a la introyección en las mujeres de la pasividad femenina y el mito del amor romántico, pues esta combinación articula la relación entre hombres y mujeres.

Ideas como: “la mujer tiene que ser dependiente del hombre”, “la mujer solo sirve para ser ama de casa”, “pobrecita ya no pudo tener hijos”, “debes ser una buena madre”, entre muchas más forman parte de la vida cotidiana, pues estos mitos operan y estructuran nuestra subjetividad.

Estos tres mitos se refieren a una mujer fragilizada que se priva de su propia sexualidad, ocultando sus deseos sexuales en la maternidad, y cubriendo esa dependencia al sexo masculino con el amor romántico.

Estas normas incluyen mandatos sobre roles y conductas, que las mujeres, en particular, deben seguir para obtener reconocimiento social, aunque este cumplimiento pueda generar inseguridad y sentimientos de insuficiencia.

Los estereotipos y expectativas de feminidad normativa crean presiones para el autocontrol y la autovigilancia en las mujeres, limitando su valoración social a esferas específicas, como la belleza o el amor.

[6]​ Las instituciones académicas, religiosas, gubernamentales y sociales también tienen un papel central en la construcción de la subjetividad de género, especialmente al reproducir normas que influyen en cómo las personas se perciben y experimentan el género.

Estas instituciones, desde la escuela hasta los medios de comunicación, normalizan comportamientos y expectativas de género, fomentando una subjetividad ajustada a lo que la sociedad considera como roles "masculinos" o "femeninos".

Se hace referencia a que el género se construye con varias formas de diferenciación social y que estas interacciones configuran experiencias específicas de opresión y privilegio.

La clase social también influye en cómo las personas experimentan y expresan su identidad de género.

La orientación sexual es otra dimensión clave en la interseccionalidad del género, pues contribuye a diversificar las experiencias de subjetividad.

Las personas que no encajan en el modelo heterosexual predominante suelen enfrentar expectativas de género diferentes o incluso contradictorias.

Las identidades son producidas en conjunto por los actores sociales y se manifiestan a través de atributos culturalmente significativos en contextos históricos específicos.

Este proceso implica una autoasignación de atributos culturales que son valorados en su contexto social.

Los principios subsidiarios, como la edad o la adscripción a ideologías políticas, también juegan un papel en esta configuración.

Aunque estas ideologías pueden influir fuertemente en cómo los individuos se ven a sí mismos y son vistos por los demás, existe un margen de autonomía basado en experiencias concretas y posiciones dentro de la estructura social.

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