Estas verdades se consideran meramente verdades formales o tautologías, toda vez que el lenguaje encuentra su significación a través de la semiótica y la gramática y ha perdido sentido metafísico.
Tales son los contenidos de la ciencia en cuanto siempre tendrán que someterse al experimento cuando menos posible.
En efecto, las verdades de razón se manifiestan en el conocimiento dialéctico platónico que permite conocer el orden y el ser del mundo, a partir del orden jerárquico de las ideas.
Los predicados accidentales se excluyen de la noción del sujeto, puesto que no afectan a la esencia y por tanto no se incluyen en la noción del sujeto.
En la Baja Edad Media se consideran nuevos aspectos de la noción.
Duns Escoto considera la contingencia del mundo creado como efecto de una causalidad no necesaria, sino dependiente de la Voluntad divina, principio necesario y suficiente para la existencia del mundo.
Subraya por otro lado la existencia de lo individual y concreto, no asumible en el concepto universal.
Ninguna cosa podría quedar fuera del conocimiento fundado en las “razones de análisis”.
Conociendo las leyes del obrar, podemos predecir verdades de hecho universales y necesarias, según determinadas condiciones.
Tales condiciones definen lo posible y lo imposible, frente a la necesidad metafísica.
Al menos así podemos concebir dicha posibilidad sin caer en contradicción.
Así se justifican las verdades de hecho frente a las verdades de razón puesto que las primeras solo pueden conocerse a posteriori, es decir, una vez que hayan sucedido, mientras que las segundas pueden conocerse a priori por medio del análisis del sujeto.
[8] Hoy esta distinción tiene únicamente un contenido lógico-formal, toda vez que la metafísica ha perdido su sentido de conocimiento como “ciencia”.