[8] La distancia media del Sol a la Tierra fue definida exactamente por la Unión Astronómica Internacional en 149 597 870 700 metros[9] (aproximadamente 150 millones de kilómetros).
Esto permite una amplia gama de eclipses solares distintos (totales, anulares o parciales).
En esta distancia media, la luz viaja desde el horizonte del Sol hasta el horizonte de la Tierra en unos 8 minutos y 19 segundos, mientras que la luz desde los puntos más cercanos del Sol y de la Tierra tarda aproximadamente dos segundos menos.
El Sol no tiene un límite definido y en sus partes externas su densidad disminuye exponencialmente al aumentar la distancia a su centro.
El efecto mareal de los planetas es débil y no afecta significativamente a la forma del Sol.
Este desarrollo continuará y posteriormente tendrá lugar la salida del Sol de la secuencia principal para llegar a convertirse así en una gigante roja.
Como en cualquier cuerpo masivo, toda la materia que lo constituye es atraída hacia el centro del objeto por su propia fuerza gravitatoria.
Casi todos los elementos químicos terrestres (aluminio, azufre, bario, cadmio, calcio, carbono, cerio, cobalto, cobre, cromo, estaño, estroncio, galio, germanio, helio, hidrógeno, hierro, indio, magnesio, manganeso, níquel, nitrógeno, oro, oxígeno, paladio, plata, platino, plomo, potasio, rodio, silicio, sodio, talio, titanio, tungsteno, vanadio, circonio y cinc) y diversos compuestos (como el cianógeno, el óxido de carbono y el amoniaco) han sido identificados en la constitución del astro rey, por lo que se ha concluido que, si nuestro planeta se calentara hasta la temperatura solar, tendría un espectro luminoso casi idéntico al Sol.
El carbono actúa como catalizador, pues se regenera al final del ciclo.
Al mismo tiempo, en esta segunda fase, se libera un neutrino electrónico de baja energía, que no interactúa con ningún átomo y se libera al espacio a velocidades próximas a la de la luz sin colisionar con la materia.
Como la temperatura del Sol decrece desde el centro (15 MK en el núcleo) hacia la periferia (6000 K en la fotosfera), es más fácil que un fotón cualquiera se mueva del centro a la periferia que al revés.
Sin embargo, los fotones deben avanzar por un medio ionizado tremendamente denso siendo absorbidos y reemitidos infinidad de veces en su camino.
Se calcula que un fotón cualquiera puede tardar un millón de años en alcanzar la superficie y manifestarse como luz visible.
Los gránulos brillantes de la fotosfera tienen muchas veces forma hexagonal y están separados por finas líneas oscuras.
En efecto, la fotosfera es una masa en continua ebullición en el que las células convectivas se aprecian como gránulos en movimiento cuya vida media es tan solo de unos nueve minutos.
Hay también movimientos turbulentos a una escala mayor, la llamada «supergranulación», con diámetros típicos de unos 35 000 km.
En 1896 el francés Pierre Jules César Janssen (1824-1907) consiguió fotografiar por primera vez la granulación fotosférica.
[23] En los tiempos antiguos se consideraba al Sol como un fuego divino y, por consiguiente, perfecto e infalible.
Una mancha solar típica consiste en una región central oscura, llamada «umbra», rodeada por una «penumbra» más clara.
La penumbra está constituida por una estructura de filamentos claros y oscuros que se extienden más o menos radialmente desde la umbra.
Las manchas están relativamente inmóviles con respecto a la fotosfera y participan de la rotación solar.
Así pues, se cree que las estructuras observadas en la corona están modeladas en gran medida por el campo magnético solar y las células de transporte convectivo.
Pero hasta hoy no se había podido detectar la cantidad de ondas que eran necesarias para producir dicha energía.
Sin embargo, para McIntosh esto no es suficiente para generar los 2000 W/m² (vatios por metro cuadrado) que se necesitan para abastecer a las zonas activas de la corona.
Esta onda es muy peligrosa ya que daña los circuitos eléctricos, los transformadores y los sistemas de comunicación.
De esta forma se genera en su interior un potente campo magnético que influye en la dinámica del plasma en las capas siguientes.
Esta relación entre la materia y la energía explica la potencia del Sol, que hace posible la vida.
Para esto era necesario medir con exactitud el ángulo del Sol respecto a la Luna, cosa que no es nada fácil.
[50][51] En 1650, Godefroy Wendelin repitió las mediciones de Aristarco midiendo directamente la distancia al Sol, esta vez con mayores recursos técnicos que 18 siglos atrás.
[54] Posteriormente, Giovanni Cassini, en 1673, obtuvo el paralaje de Marte, por lo que logró determinar su distancia.