Se emplea para describir el destello luminoso que acompaña la caída de materia del sistema solar sobre la atmósfera terrestre.Dicho destello se produce por la incandescencia temporal que sufre el meteoroide a causa de la presión de choque (el aire atmosférico se comprime al chocar con el cuerpo y, al aumentar la presión, aumenta la temperatura, que se transfiere al meteoroide), no de la fricción.Este término se emplea también en la palabra meteoroide, con la que nos referimos a la propia partícula sin ninguna relación con el fenómeno que produce cuando entra en la atmósfera de la Tierra.Generalmente, un meteorito en la superficie de cualquier cuerpo celeste es un objeto que ha venido desde otra parte del espacio.A la fecha (mediados de 2020), existen aproximadamente 1050 caídas atestiguadas que produjeron especímenes en las diversas colecciones del mundo.[3] Los meteoritos se nombran siempre como el lugar en donde fueron encontrados,[4] generalmente una ciudad próxima o alguna característica geográfica.En contraste, incluso los cuerpos pedregosos o helados que son relativamente grandes (como los cometas pequeños o los asteroides) y que llegan a pesar millones de toneladas, son frenados en la atmósfera, y por lo tanto no hacen cráteres de impacto.Estos acontecimientos generalmente son tan enérgicos que el meteoro impactor se destruye por completo sin dejar ningún meteorito.[9] La estela de fuego que se genera mientras el meteoroide pasa a través de la atmósfera puede lucir muy brillante, llegando a rivalizar en intensidad con el Sol, aunque la mayoría son muy difusos y no se pueden apreciar incluso durante la noche.Los flashes y las explosiones de luz pueden ocurrir mientras el objeto se desintegra.A menudo, durante las caídas de meteoritos se escuchan explosiones, detonaciones, y rugidos que pueden ser causadas por explosiones sónicas, así como ondas expansivas que resultan de la fragmentación del cuerpo.Estos sonidos pueden ser escuchados sobre amplias áreas que llegan a abarcar varios miles de kilómetros cuadrados.[12] Finalmente, observaciones operadas por la Red Europea de Bólidos (European Fireball Network, descendiente del programa checo original que recuperó el Pribram), consiguió calcular y descubrir el meteorito de Neuschwanstein en 2002.Búsquedas sistemáticas entre 1971 y el presente han recuperado 500 o más,[19] de los cuales aproximadamente 300 están bien clasificados.Los meteoritos pueden ser encontrados en esta región debido a que el suelo presenta una planicie cubierta de roca moldeada.Unos años más tarde, un ingeniero anónimo que era un fanático del desierto observó algunas fotografías de meteoritos encontradas en la Antártida, y recordó haber observado rocas similares en zonas que había recorrido al norte de África.Los lugares donde encontraron los meteoritos eran en zonas conocidas como regs (desiertos) o hamadas, que son áreas planas cubiertas tan solo por guijarros y pequeñas cantidades de arena.[20] En estos lugares, los meteoritos oscuros pueden ser avistados fácilmente, donde se han preservado muy bien debido al clima árido.Este proceso fue acelerado en 1997 cuando los meteoritos provenientes de la Luna y Marte fueron encontrados en Libia.Estas expediciones ahora han traído un número mayor de 2000 meteoritos clasificados encontrados en Argelia y Libia.Entre estos se incluyen una gran cantidad de meteoritos lunares (como el Dhofar 911) y marcianos (como el NWA 2737), haciendo de Omán una zona particularmente importante para los científicos y los coleccionistas.A lo largo de los siglos, los meteoritos han sido venerados como objetos sagrados por varias culturas y civilizaciones antiguas.[22] La caída espectacular de un meteorito —con su luz intensa y a veces fenómenos sonoros, como en el meteorito de Nōgata descubierto en 861, el más antiguo recolectado que aún se conserva— siempre ha despertado la imaginación humana, evocando miedo, respeto o adoración.[30] Los autores en la antigua China registran la caída de rocas en sus obras sin dar ninguna razón.Los escasos ejemplares analizados resultaron ser más a menudo fósiles, herramientas prehistóricas supuestamente formadas por rayos o rocas comunes (su análisis generalmente destaca especies minerales terrestres como la pirita o la marcasita).Se habían formulado otras hipótesis en la misma línea, como la formación durante una tormenta eléctrica por la acción de un rayo según Lavoisier (1769),[42] o la formación a partir de las nubes según el médico Joseph Izarn (1803).[43] El origen extraterrestre interestelar había sido avanzado por el físico alemán Chladni[44][45] en su obra Über den Ursprung der von Pallas gefundenen und anderer ihr ähnlichen Eisenmassen und über einige damit in Verbindung stehende Naturerscheinungen en 1794 [Del origen de la masa de hierro encontrada por Pallas y otros similares, y sobre algunos fenómenos naturales en relación con ellos],[46] siendo reforzada su tesis por el análisis químico y mineralógico de varios meteoritos llevados a cabo en 1802 por Edward Charles Howard y Jacques Louis de Bournon[45] que pusieron en evidencia en especial los cóndrulos.[49] Auguste Daubrée sistematizó la clasificación de los meteoritos a finales del siglo XIX.[56] El estudio de los diferentes minerales presentes en una condrita (salida de un cuerpo parental no diferenciado) son idénticos a aquellos que se pueden encontrar sobre un planeta (cuerpo diferenciado) como la Tierra.Los conocimientos adquiridos gracias a estos meteoritos muy raros ayudará a esos mismos científicos en su investigación cuando finalmente tengan muestras tomadas del planeta rojo durante las misiones planificadas para los próximos años.