En años normales, las leónidas producen tasas del orden de diez a quince meteoros por hora.
Las leónidas pueden dar lugar a espectaculares tormentas de meteoros cada 33 años coincidiendo con el paso del cometa por el perihelio.
Newton demostró, en 1864, que las brillantes lluvias de estrellas descritas por los historiadores en 902, 931, 934, 1002, 1101, 1202, 1366, 1533, 1602 y 1698 se debían a este enjambre.
Las previsiones apuntaban que las mejores condiciones de observación se darían para Europa Central y África del Norte.
El resto de países observarían también una gran actividad, pero no tan alta como en el máximo.
Según informaron varios observadores españoles, las Leónidas no decepcionaron en absoluto y colmaron todas las expectativas que en ellas se tenían puestas.
Las Leónidas están asociadas con el cometa Tempel-Tuttle (1866 l), el cual se observó en 1866 y en 1998.
Le Verrier pensó que este cometa tenía una órbita parabólica en el momento de sufrir la atracción del planeta Urano, del cual pasó cerca en el año 126 de nuestra Era.
Así, las Leónidas habrían sido incorporadas a nuestro sistema solar por la acción de Urano.