Durante la Edad Media y el Renacimiento, las perseidas tenían lugar la noche en que se le recordaba, de tal manera que se asociaron con las lágrimas que vertió san Lorenzo al ser quemado en una parrilla.
[3] Pero no fue hasta 1835 cuando el astrónomo belga Adolphe Quetelet muestra que se produce una lluvia de meteoros, de forma cíclica en agosto, con su radiante en Perseo.
Su máximo es entre el 11 y el 13 de agosto con tasa horaria zenital (THZ) 100, lo que le convierte en la tercera lluvia más intensa del año (después de las cuadrántidas y las gemínidas), aunque las perseidas son las más populares por ser visibles desde el hemisferio norte durante el verano.
[6] Su última aparición tuvo lugar en 1992, produciéndose en 1993 un pico de actividad con THZ 300.
Desde entonces la actividad ha descendido progresivamente hasta el nivel normal de la actualidad.