El evento fue observado por numerosos testigos y causó gran revuelo.
Se dirigía a una campaña contra Francia y él y sus asesores consideraron que era una señal de buen augurio, ordenando que se conservara en una iglesia local.
Un trozo fue enviado al cardenal Piccolomini (más tarde, papa Pío III) en el Vaticano, junto con unos versos descriptivos del poeta Sebastian Brandt (1458-1521).
Alberto Durero se encontraba en Basilea, a 40 km, ese día.
Unos años más tarde, entre 1495 y 1497, pintó un cuerpo celeste explotando en el reverso de su tabla San Jerónimo penitente.