[2] En el año 1859 se produjo una gran eyección de masa coronal o llamarada solar.
La acción del viento solar sobre la Tierra el año 1859 fue, con diferencia, la más intensa de la que se tiene constancia.
Solo diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensas.
El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, donde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de telégrafo[cita requerida], que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
Diecisiete horas más tarde una segunda oleada de auroras boreales convirtió la noche en día en toda Norteamérica hasta Colombia.
La aparición de manchas solares, la actividad magnética y otros datos relacionados con estos fenómenos siguen un ciclo que dura once años.
En el último ciclo 2008-2019 han explotado en la superficie del Sol unas 13 000 nubes de plasma y unas 21 000 llamaradas solares.
Se podría decir que las tormentas solares son similares a las tormentas terrestres a una escala superior, aunque, en el caso de las solares, los gases del viento solar van acompañados de campos magnéticos que les dan forma y proporcionan energía.
La mayoría de estas tormentas producen auroras boreales en las regiones árticas y auroras australes en las regiones antárticas, que comparadas con los fenómenos meteorológicos parecerían un pequeño aguacero, pero a veces, el Sol es capaz de crear un auténtico vendaval.
En el momento del impacto con la Tierra de esta segunda llamarada el campo magnético del plasma apuntaba hacia el sur, con lo que el caos geomagnético no tardó en manifestarse: la magnetosfera terrestre que suele estar a unos 60 000 km de la Tierra fue comprimido hasta llegar a unos 7000, hasta alcanzar, quizá, la estratosfera.
[cita requerida] Los rayos cósmicos erosionan los paneles solares de los satélites artificiales y reducen su capacidad para generar electricidad.
Los satélites artificiales han sido diseñados específicamente para evitar las calamidades del clima espacial, pero las redes eléctricas son incluso más frágiles.