En cambio en las ciudades del Interior, especialmente en Córdoba y Salta se nota un barroco más elaborado, lo mismo que el singular barroco jesuíticomisionero que aún se puede admirar en las ruinas de San Ignacio Miní, Corpus, Loreto, etc. en la provincia de Misiones.
Ciudades como Córdoba, Salta y también Buenos Aires, conservaron su patrimonio histórico colonial a pesar del crecimiento.
Este movimiento surge en el siglo XVIII y se extiende hasta el XIX, atravesando la revolución ante los españoles.
Luego de la reunificación argentina, y apaciguadas las luchas fratricidas, comenzó a mirarse con aprecio a la arquitectura europea no española, especialmente la italiana (como se observa en la Casa Rosada) y la francesa, en el segundo caso se destacó Pierre Benoît.
Ya en 1910 el célebre periodista viajero francés Jules Huret se sorprendía por la velocidad con que se construían edificios y se demolían otros en la ciudad de Buenos Aires[2] (la arquitectura en Argentina ha sufrido y sufre las destrucciones de edificios valiosos en «aras del progreso» que muchas veces es un mero pretexto para la especulación inmobiliaria como ocurrió en los 1990 con la demolición del histórico Teatro Odeón y aún se prosigue en gran parte de la ciudad de Buenos Aires).
Esas grandes casonas del sur fueron abandonadas, o alquiladas por piezas, y en ambos casos su destino fue el conventillo, casi la única opción disponible para la creciente masa migratoria.
Para la clase alta fueron prioritarias las necesidades de una ciudad moderna, por lo tanto el embellecimiento tomado del modelo europeo, definió su transformación.
Entre 1880 y principios del siglo XX, la imagen urbana de Buenos Aires se transformó radicalmente.
Las influencias italianas y francesas aumentaron después de la Guerra de Independencia Argentina a principios del siglo XIX, aunque el estilo académico se mantuvo hasta las primeras décadas del siglo XX.
Entre los más destacados se encuentran los Técnicos Constructores Pedro Abbatte, José Tonelli y Orlando Oviddi.
Francisco Salamone y Viktor Sulcic dejaron un valioso legado de art déco, mientras -casi coetáneo a ellos- Alejandro Bustillo creó una prolífica arquitectura racionalista.
Entre los más célebres representantes de la arquitectura del siglo XX corresponde mencionar a Jorge Ferrari Hardoy, Juan Kurchan, Teresa Bielus, Mario José Buschiazzo, Carmen Córdova, Delfina Gálvez Bunge de Williams, Martha Levisman, Flora Manteola, César Pelli, Alberto Prebisch, Josefa Santos, Odilia Suárez, Clorindo Testa, Olga Wainstein y Amancio Williams.
En el urbanismo se deben citar a Jorge Ferrari Hardoy, Juan Kurchan, Itala Fulvia Villa, Ernesto Vautier, Sergio Fernández Pico, Eduardo Sarrailh, Odilia Suárez, Godofredo Cecio, Debora Di Veroli, Juan Duprat, José Manuel Felipe Pastor, entre otros.
Las influencias italianas y francesas se incrementaron después de la independencia (1810 a 1816), aunque el estilo academicista persistió hasta bien entrado el siglo XX.
Aunque en estos predomina la arquitectura racionalista poseen sin embargo detalles (relieves, relativamente pequeñas esculturas) del art déco.
De todos modos retomarían el proyecto años más tarde, bajo la dirección del mismo Le Corbusier en 1947.
En septiembre de 1938 los arquitectos Antonio Bonet, Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, junto a Juan A. Lepera, Abel López Chas, Luis Olezza, Alejandro Vera Barros, Samuel Sánchez de Bustamante, Itala Fulvia Villa, Hilario Zalba y Simón Ungar, forman el primer núcleo del Grupo Austral.
Desgraciadamente, durante la década del 40 el Grupo Austral, se irá disolviendo informalmente de a poco.
El brutalismo se puso de moda en los 1960 y 1970 aunque solo se refleja en pocos edificios como en el Banco de Londres realizado en 1967 por Peralta Ramos, Alfredo Agostini, Clorindo Testa y Sánchez Elía, en las décadas siguientes.
Es así como surgen nuevas formas espaciales, generando sistemas de climatización con refrigerantes ecológicos, la bioconstrucción es cada vez más utilizada para lograr edificios que convivan con su entorno.
Argentina se vuelve de a poco un país con arquitectura sustentable, la cual es la nueva modernidad.