[2] La estructura social del campo en el momento en que se desata la rebelión, estaba integrada por terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios.
Estos últimos se encontraban sometidos a los terratenientes a través de contratos que establecían, entre otras cosas, rentas impagables y la obligación de comprar herramientas e insumos a quien el terrateniente mandare, e imponían al colono las responsabilidades de una mala cosecha.
El abogado Francisco Netri, hermano menor de los párrocos y uno de los protagonistas, tuvo un papel destacado en la asamblea y fue quien enfatizó que los chacareros debían «constituir su organización gremial autónoma».
Netri fue perseguido, en junio de 1913 fue detenido y enjuiciado pero luego fue absuelto.
A pesar de esto, los huelguistas lograron cada vez más adhesiones.
Pero la oligarquía logró mantener cláusulas leoninas en los contratos, que imponían restricciones a la libertad de comprar y vender.
Por primera vez en la Argentina se enarboló el principio de que «la tierra para quien la trabaja».
[12][13] El movimiento en sí mismo ha tenido éxito pero sus alcances son limitados al no cuestionar la estructura básica de la tenencia de la tierra, la comercialización y el crédito.
[14][15][16] Esta repercusión - también sentida en Entre Ríos, La Pampa y Buenos Aires- obedecía a la similitud de la estructura agraria de toda la zona afectada por el movimiento y, en consecuencia al paralelismo que existía entre los problemas que aquejaban a los agricultores de una y otra provincia.
Los arrendatarios, comenzaron a ser llamados “chacareros”, no podían sembrar otro cultivo que los pactados con los dueños y no podían criar ganado, ni caballar, ni vacuno, en caso contrario pagaban una “multa”.
La situación se agravó más con una repentina e imprevista baja de las cotizaciones del maíz provocada artificialmente mediante maniobras tramadas por los cerealistas.