Por razones ecológicas y fisiográficas en general la provincia argentina de La Rioja es parte del NOA: el principio de razón suficiente que explica por qué La Rioja argentina es parte del Noroeste, se encuentra en su historia y su cultura: La Rioja, como las otras provincias del NOA, estaba principalmente poblada por los diaguitas, y cuando fueron llegando los españoles que vinieron en la llamada "Corriente del Norte" desde el siglo XVI, la incluyeron, desde un principio, en el "Tucumán" en sentido amplio.
Sin embargo, ya desde tiempos prehispánicos el Cuyo era sólo el territorio en donde se habían desarrollado los núcleos de cultura huarpe -como que Cuyo es palabra huarpe- y esto fue reconocido luego por los españoles, los cuales mantuvieron el topónimo Cuyo sólo para los territorios en donde preponderaron los Huarpes (es decir: Mendoza, San Juan y San Luis), y, posteriormente, desde los primeros gobiernos argentinos la Provincia de Cuyo abarcaba el territorio que luego ocuparían las actuales provincias de Mendoza, San Juan y San Luis, pero jamás al territorio que en nuestro días ocupa la provincia de La Rioja en la que predomina, aún hoy en su cultura, el substrato diaguita.
Los vientos del noroeste descargan su humedad sobre las sierras subandinas y las laderas orientales de la cordillera Saltojujeñas.
Los bosques y selvas serranas que tapizan estas montañas son conocidas como yungas.
En las zonas de Alta montaña se encuentran auquenidos como la vicuña, la llama y la alpaca, en menor medida el guanaco.
Otros mamíferos son exclusivamente arborícolas como las ardillas, el mono cai, que se mueve por los árboles en pequeños grupos.
En la yunga o "enramada" la flora es ubérrima (una nimbosilva sempervirente o jungla con varios estratos y especies entre los que se destacan muchos árboles floridos como los tarcos) (también conocidos como jacarandás), cedros del monte (Cedrela lilloi), laureles del cerro, las tipas o Tipuana tipu (también se conoce como tipa a la Cascaronia astragalina), los cebiles, horco-cebiles, los aromos, los lapachos, ceibos o seibos, los guayacanes; los horcomolles, los aromos negros o tuscas, los arrayanes criollos, las arcas, las afatas, las madreselvas, orquídeas, yuchanes (una de las especies de chorisias), los alisos criollos, los nogales criollos, los mistoles, los guayabos, guarán, horco molle, mato, nogal, pacará, el árbol llamado popularmente zapallo cazpi, el jazmín del país, los tacos de reina, entre otras muchas especies; en Santiago del Estero, y el este de Salta estaba naturalmente hasta los 1970 densamente poblados por quebrachos colorados, quebrachos blancos, los ya citados yuchanes, lapachos y mistoles a los que se suman el chañar, palmeras caranday,[4] el cacto ucle, la tuna, desde mediados de siglo XX tras los desmontes de quebrachos en Santiago del Estero y el este de Salta se ha hecho una plaga el buido vinal.
Los habitantes de la Puna se agrupan en pequeños poblados, practicando agricultura y ganadería.
La densa selva que cubre las sierras Subandinas ofrece árboles de madera valiosa para el aprovechamiento forestal.
Es en esta área donde se explotan ricos yacimientos de petróleo y gas.
Así sin el moderador «efecto esponja» de los bosques y selvas (especialmente en las yungas) se observa que las grandes lluvias, especialmente intensas entre octubre y enero, provocan catastróficas inundaciones «aguas abajo», como la que inundó a la importante ciudad argentina del Litoral ciudad de Santa Fe en el año 2003 y luego fuertes sequías regionales, tanto en el NOA como en el NEA e incluso en la región pampeana y toda la región chaqueña ya que al haber sido desaparecidos los bosques y selvas las aguas dulces se evaporan con mucha facilidad.
La máxima elevación, a 2.580 m de altitud, es el cerro Ceibal o Crestón.
Se considera la presencia de población humana desde circa el 12000 a 10000 AP.
Se encuentran vestigios de pueblos cazadores recolectores datables desde el 8500 AP.
Entre el 1200 y 1400 la región sufrió extremas sequías lo cual provocó fragmentaciones, guerras endémicas cuyo foco se ubica en regiones tan distantes como el norte del Perú y que se extienden en cadena a lo largo del espacio entre las etnias para obtener recursos; tal estado de guerras interétnicas impuso la consolidación de núcleos étnicos diferenciados en pequeñas ciudades fortificadas (chichas en el extremo norte, atacameños en la Puna y la Quebrada del Toro, omaguacas en gran parte del actual Jujuy y norte de Salta, «diaguitas» (principalmente la Cultura Santa María en las regiones montanas y pedemontanas de Salta, Catamarca, durante ese mismo periodo la zona recibió el influjo cultural del Horizonte Tiwanaku, tal influjo se observa no solo en las artes sino en práctica religiosas y militares — auge de las «cabezas trofeo» de los enemigos decapitados —).
El siglo XVIII presenta dos rasgos contrapuestos: una consolidación del poder español y algunos movimientos de rebeldía asociados lejanamente a Túpac Amaru.
1475—1535) y luego la española entre 1535—1811 por lo cual su cultura actual es altamente sincrética, por este motivo se encuentran préstamos lexicales del quechua en palabras como "pachamama" (tierra madre), "coca", "supay" (demonio), "llastay", "quisquinar" o "quisquidar" (constipar, estreñir), "machado" (embriagado), "chango" (muchacho), "guaso" (burdo), "churo/a" (lindo/a, simpático/a), "sirviñaco" o "cerviñacu" (especie de matrimonio a prueba o prematrimonio, practicado entre algunos coyas de las zonas más apartadas de Salta y Jujuy en el cual la pareja convive unos tres años "para ver si se lleva bien" y puede luego concretar un matrimonio definitivo) , "tantanakui", "ura" (vulva), "urquía" (paloma torcacita), o "chaya" (o challa) entre algunas otras mezcladas con el idioma español (que posee diversas formas de entonación según las zonas de esta región) y con los idiomas indígenas preexistentes a la invasión incaica tales palabras son utilizadas ocasionalmente, en algunos departamentos de la provincia de Santiago del Estero se habla la llamada lengua quichua basada lexicalmente en gran medida sobre el idioma quechua propiamente dicho, es de notar que "la quichua" (como es llamada entre los santiagueños) es hablada por poblaciones criollas cuyos ancestros indígenas (lules, toconotés, sanavirones etc.) fueron adoctrinados tras 1536, durante la dominación española, por los misioneros católicos que, procedentes del Perú y del Alto Perú utilizaban el quechua como lengua vehicular especialmente en los catecismos.