Palacio de Aguas Corrientes

El proyecto fue construido por el ingeniero inglés John Bateman y su compañía constructora, pero el diseño estuvo a cargo del arquitecto noruego Olaf Boye y del ingeniero civil sueco Carlos Nyströmer (1864-1933), que, llegado a Buenos Aires en 1885, trabajó con renombrados arquitectos locales como Juan Antonio Buschiazzo, Adolfo Büttner y Carlos Altgelt.

En la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires comenzó a crecer rápidamente, recibiendo sucesivas oleadas migratorias y consolidándose como puerto.

La compañía Bateman, Parsons & Bateman estuvo a cargo del proyecto, y al poco tiempo se decidió privatizar las obras de salubridad debido a la falta de fondos del Estado.

La altura de sus edificios media el poder que poseía cada país del mundo.

Estos son sostenidos por una estructura portante de vigas, columnas y cabriadas metálicas.

Sin embargo, es su espectacular fachada la que le da una identidad palaciega a este hito arquitectónico.

Los hierros eran belgas, los ladrillos a medias ingleses y a medias argentinos, pero el exterior era una gloriosa fantasía victoriana fabricada en Gran Bretaña y traída desarmada desde allá, 300.000 piezas de revestimiento sólo para las cuatro fachadas.

[3]​ Actualmente se llevan a cabo actividades culturales, con una extensa programación de visitas.

Caños de agua
El museo
Cerámica exhibida en el museo, similar a las que adornan la fachada.