A partir de allí, la Buenos Aires Capital emergió como cabeza del nuevo orden y su condensación simbólica: a la ciudad le cupo encarnar la imagen del progreso que buscaba impregnar presidente y general Julio Argentino Roca, principal representante de la Generación del Ochenta.
También se construyó gran cantidad de edificios para alojar a la nueva burocracia, los cuales fueron dotados de un fuerte carácter simbólico que representara al nuevo poder estatal.
Varios edificios públicos colaboraron en ubicar a Buenos Aires como la principal ciudad de América del Sur.
Su gestión estuvo enfocada en la remodelación urbana y su mayor preocupación fue el cambio de imagen para la nueva Capital Federal.
Para esa tarea contó con el apoyo de dos figuras emblemáticas de la progresista Generación del Ochenta: José María Ramos Mejía, quien creó, en 1883, la Asistencia Pública y Guillermo Rawson, quien asesoró a Alvear en la creación del Registro Civil en 1884.
Puso especial énfasis en la regularización del límite de la ciudad, para organizar la administración y la percepción de las rentas y para ordenar la figura urbana.
Durante aquellos años también se ampliaron los medios de transporte consolidando la traza radio-céntrica delineada poco tiempo atrás.
La gran cantidad de capitales invertidos en obra pública rápidamente se tradujeron en un incremento del movimiento económico privado definiendo el paisaje urbano de la ciudad burguesa.
Por su parte, el desarrollo de la residencia aristocrática, que tomó como inspiración los modelos clásicos franceses, se efectuó en la zona norte aledaña al centro.
En este período también se conformaron algunos ámbitos urbanos que pasaron a ser característicos en el paisaje de la “ciudad elegante” que se encaminaba al Centenario: la Plaza Carlos Pellegrini, la Plaza San Martín, la Avenida Alvear (Recoleta) o el sector norte de la calle Florida.
Por otra parte, los sectores populares no estaban mucho mejor, ya que ocupaban pequeñísimas casas de pensión, generalmente compartidas entre varias familias.
Se necesitaba especialmente de una avenida en sentido este - oeste, ya que la calle Rivadavia era angosta en su tramo céntrico, y era ancha sólo a partir de la Av.
La Avenida de Mayo se inauguraría completa en 1894, ya fallecido el ex intendente Alvear.
[6] Otra estuvo en la nueva Plaza de la Constitución,[7] donde hasta ese momento se instalaba el Mercado de Constitución, y otra en la Plaza Lorea.
El intendente Alvear también quiso ratificar el tradicional esquema concéntrico construyendo un nuevo bulevar de circunvalación al oeste del municipio, en el área del creado Parque Centenario), que a la vez generara una cintura higiénica rodeando a la ciudad con grandes reservas de verde cultivado que además sirviese para instalar los servicios “insalubres”: al norte el Parque de la Recoleta; al oeste, el gran Parque Agronómico (Barrio Agronomía) y al sur el Parque de la Convalecencia (Barrio de Barracas).
En cuanto a los árboles, Alvear mostró un gusto particular por las palmeras, y ordenó a Thays colocar varias Phoenix canariensis en la nueva Plaza de Mayo,[9] pero los árboles no estaban preparados para el clima ni fueron bien mantenidos, además de generar otra controversia con respecto a su poca relación con la flora autóctona de Buenos Aires.
En 1883 inauguró el demorado Hospital San Roque, que sería reformado en los años 1920 para transformarse en el Hospital Ramos Mejía[10] y de cuyos pabellones originales quedan unos pocos.