[2] En años recientes, la literatura ecuatoriana ha alcanzado notoriedad internacional gracias a figuras como Mónica Ojeda y María Fernanda Ampuero.
Este último gozó de gran fama tanto en Ecuador como en Perú, donde se radicó un tiempo.
Fue diplomático en España, Italia, Colombia y Francia, donde llegó a conocer al mismísimo Víctor Hugo.
[23] En cuanto a la narrativa romántica, está el escritor ambateño Juan León Mera (1832-1894), considerado además un clásico en la literatura ecuatoriana e hispanohablante.
También escribió el Himno nacional del Ecuador y un libro de cuentos, Novelitas ecuatorianas.
[25][26] Sus obras incluyen Las Catilinarias, Siete tratados y la novela Capítulos que se le olvidaron a Cervantes.
[49] Por su lado, el escritor Jorge Enrique Adoum se refirió a la obra como «(...) la primera novela ecuatoriana.
Icaza menciona que este espíritu unificador bullía en los tres grupos de escritores ecuatorianos que estaban ubicados en Guayaquil (José de la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert y Alfredo Pareja Diezcanseco), Quito (Jorge Icaza) y en Loja (Ángel Felicísimo Rojas y Pablo Palacio), a pesar de las diferencias regionales:
Autores y obras representativas de la generación del 30: Pablo Palacio: Un hombre muerto a puntapiés (1927), Débora (1927) y Vida del ahorcado (1932); Humberto Salvador: En la ciudad he perdido una novela...(1929); Alfredo Pareja Diezcanseco: Baldomera (1938); Demetrio Aguilera Malta: Don Goyo (1933); José de la Cuadra: Los Sangurimas (1934); Enrique Terán: El cojo Navarrete (1940); Adalberto Ortiz: Juyungo (1943); Joaquín Gallegos Lara: Las cruces sobre el agua (1946); Ángel Felicísimo Rojas: El éxodo de Yangana (1949) y Un idilio bobo (1946); Nelson Estupiñán Bass: Cuando los guayacanes florecían (1954); Jorge Icaza: El Chulla Romero y Flores (1958).
[60] En esta época también salta a la luz la figura de la novelista Alicia Yánez Cossío, gracias a la publicación en 1973 de su aclamada novela Bruna, soroche y los tíos,[61] escritora que irrumpió con fuerza en una escena literaria que hasta entonces había estado dominada por figuras masculinas.
[63][64] Varios autores de narrativa despuntaron así mismo durante estos años, entre ellos Eliécer Cárdenas, particularmente con Polvo y ceniza, Jorge Velasco Mackenzie, con la novela sobre la marginalidad guayaquileña El rincón de los justos, y Abdón Ubidia.
[65] En la poesía destaca especialmente César Dávila Andrade, aunque también son importantes Efraín Jara Idrovo, Alejandro Carrión, Iván Carvajal, Julio Pazos Barrera, Humberto Vinueza, Carlos Eduardo Jaramillo, Euler Granda, Fernando Nieto Cadena, Sonia Manzano, Luis Alberto Costales[66][67] (considerado uno de los ausentes del Premio Eugenio Espejo)[68] y Adalberto Ortiz (este último se caracterizó por retratar el espíritu de la población afroecuatoriana en el Ecuador).
[69][70] En años recientes, la narrativa ecuatoriana se ha visto marcada por el despunte de tres escritoras que han alcanzado gran notoriedad a nivel internacional: Gabriela Alemán,[71] Mónica Ojeda[72] y María Fernanda Ampuero.
[80][81] Otros narradores que han destacado en las últimas décadas son Raúl Vallejo y Óscar Vela.
[82][83] Los nombres más relevantes en el ámbito poético actual son: Juan José Rodinás, Carla Badillo Coronado,[84] Ernesto Carrión, María Auxiliadora Balladares y Mónica Ojeda.