César Dávila Andrade

En la obra del autor destacan sus poemas, aunque también escribió novelas cortas, cuentos, ensayos y numerosos artículos periodísticos.

También practicaba el hipnotismo con su hermano menor Olmedo, a quien una tarde no podía hacerlo volver en sí.

A fines de año apareció su primer libro célebre intitulado "Espacio me has vencido[9]​ ".

Obra que cimentó definitivamente su prestigio del mayor poeta y cuentista de la generación, "con cuentos fuertes, adensándose hasta convertirse en ambientes calcinados, asfixiantes, que pesan sobre sus antihéroes,[11]​ exasperándolos y hundiéndolos en el mal"; sin embargo, su preocupación por la enfermedad y la muerte, que ya se insinuaron en el primer libro "Abandonados en la tierra",[8]​ ahora se torna en obsesión.

Sin embargo, es preciso anotar que fue un romántico puro y tardío en sus primeros versos (Canción a la bella distante).

[7]​ En 1960 publicó "En un lugar no identificado" y cuatro años más tarde "Conexiones de Tierra".

Junto a su cadáver se encontró su pensamiento postrero:[12]​ "Nunca estaremos verdaderamente solos si vivimos dentro de un mismo corazón".

Caminan entre altos eucaliptos que cercan prados en donde la siega avanza con su ruido de cañas».

[22]​ »Y se disponía a manipular la real e ilusoria materia que reviste este entrañable guijarro sideral.

Y, en tanto que el cambiante y absoluto río se deslizaba, la lengua del Poeta se abrió, herid, bautizando a las perecederas cosas con nombres de ternura perdurable: Tú, polvo, “sastre de los espejos”.

[22]​Miguel Donoso Pareja, realiza una breve antología para la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM,[23]​ donde dice en la nota introductoria, que: «La literatura del Ecuador, como la de prácticamente todos los países latinoamericanos, podría reducirse a unos pocos nombres.

Entre esos nombres (y obras) que quedaron ya, no solo en la “literatura nacional”[6]​ sino en la continental; está César Dávila Andrade, El Fakir, como le decían sus amigos, nacido en Cuenca, Ecuador, en 1918, y muerto “de suicidio” en Caracas, Venezuela,[4]​ en 1967.

[12]​ »De “qué” era y cómo era el Fakir nos da una idea Jorge Enrique Adoum en su novela Entre Marx y una mujer desnuda[13]​, contándonos la siguiente anécdota: “Un día”, narra Adoum, “le regalamos entre todos un par de anteojos” (la miopía del Fakir era casi ceguera), “y le hicimos daño: comenzó a descubrir la realidad, primero con asombro, luego con una desazón de astrólogo convertido en agrimensor.

»Son pocos, como en casi toda nuestra América, los nombres significativos en la literatura de mi país —Olmedo, Noboa y Caamaño, Montalvo, Mera, Medardo Ángel Silva, Carrera Andrade, Benjamín Carrrón, Gallegos Lara, Pablo Palacio, Gil Gilbert, De la Cuadra, Pareja,[10]​ y alguno que otro más—, y a estos se une, en lugar de honor, César Dávila Andrade, “... poeta sin parroquia / ni ocupaciones respectivas”, pero sabedor de que “solo el Infierno puede hacer verdaderos mártires” y “el pez solo puede salvarse en el relámpago”.

Quizá, por esta razón, César Dávila se remita con sus versos a este sentido primitivo (hermético) de la poesía.

En aquellos rituales de carácter saturnal, seguramente era difícil reconocer quién estaba originalmente al mando (¿el poema o el lector?).

»La poesía daviliana es hermética por estas razones, no porque las escribiera un suicida desesperado (encima alcohólico), lleno de ideas religiosas orientales.

La figura de César Dávila Andrade ha servido a distintos narradores y dramaturgos ecuatorianos para sus ficciones.

El sobrino del poeta, y el mayor especialista en su obra, Jorge Dávila Vázquez (1947), le erigió en 1991 en protagonista de una obra teatral, Espejo roto, en la que un César Dávila Andrade, en el Más Allá, se reencuentra con familiares y amigos muertos y es capaz de ver a los allegados que dejó atrás tras su movimiento definitivo, y ha dedicado, asimismo, un relato a César Dávila Andrade, “Ángel sin misión”, incluido en una colección homónima de narrativa breve del autor, cuya acción tiene lugar instantes antes de que se diera muerte.

En primer lugar, Dávila Vázquez alude a la escenificación del poemario de acuerdo con la dramaturgia y dirección de Fabio Paccioni –Pachioni en su forma españolizada– (Mantua, 1927-París, 2005), que había llegado al país en 1964, invitado por el gobierno ecuatoriano para incentivar la escena teatral nacional.

Tras él, y en un término superior, se halla una figura femenina íntegramente desnuda representada como una suerte de fantasía.

Un universo alucinado que completan dos perros aulladores representados en los extremos inferior izquierdo y superior derecho.

Así, en marzo del presente año [2014], ha expuesto dos obras, realizadas ambas durante los meses inmediatamente anteriores.

Y lo hace mediante una mención al gallo, el mismo elemento zoológico que serviría a nuestro poeta para su relato alegórico; “nos han jodido.

Frente a la misma iglesia tiene lugar el enfrentamiento climático entre la comunidad y la autoridad, que será expulsada.

Pérez Agustí fue, asimismo, corresponsable de su guion (en su aspecto técnico, el literario correspondió a Diego Carrasco), en el que se ofrecen testimonios del hermano del poeta, Olmedo Dávila Andrade, y de los escritores Efraín Jara Idrovo y Jorge Dávila Vázquez.

Del mismo modo –insiste el guion– marcó al poeta una pulsión autodestructiva y una “obsesión premonitoria por la muerte”.

[26]​ En el año 2016, bajo la dirección del escritor Kevin Cuadrado, se grabó el disco Tarea poética: Fonografías de César Dávila Andrade,[16]​ donde se musicalizan seis poemas escogidos de los tres periodos creativos del poeta.

En el libro se contó con los ensayo de los escritores: José Gregorio Vásquez (Venezuela), Jesús David Curbelo (Cuba), Mario Pera (Perú), José Eugenio Sánchez (México) y los ecuatorianos Jorge Dávila Vázquez, Kevin Cuadrado, Edwin Madrid, César Eduardo Carrión, Aleyda Quevedo Rojas, Maritza Cino Alvear, Myriam Merchán Barros, Gustavo Salazar Calle, César Chávez Aguilar.

Y en el Ecuador nos queda la sospecha de que ha sido un poeta admirado pero solitario.

Monumento conmemorativo a César Dávila Andrade frente a la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión".
Retrato de César Dávila Andrade, óleo de Oswaldo Guayasamín .
Busto de César Dávila Andrade en la entrada a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca , con el busto desnudo del personaje, alude a sus inquietudes metafísicas y su afición por las culturas orientales.
Obras completas de César Dávila Andrade (1984). La portada incluye un retrato del autor pintado por Oswaldo Guayasamín . El interior contiene ilustraciones de Eduardo Kingman .