Bessie permaneció con el joven príncipe durante catorce años y probablemente fue la única persona por la que desarrolló un afecto filial.
Fue por este descuido de ceremonial que se interpuso entre el rey y la daga del cocinero Giovanni Passannante.
[1] Algunos dicen que la dureza de Osio tuvo efectos nocivos en el carácter del futuro gobernante, haciéndolo aún más inseguro e introvertido, aunque esto podría ser desmentido por la amistad que el futuro soberano continuó manteniendo con su tutor, manteniendo una correspondencia casi diaria y defendiéndolo de las acusaciones hechas en su contra.
Entre sus intereses culturales estaban la numismática, la historia y la geografía: su conocimiento en estas áreas fue reconocida en los más altos niveles, incluso fuera de Italia (escribió un tratado sobre la acuñación italiana, el Corpus Nummorum Italicorum).
Cuando no se debía a compromisos institucionales, residía en las estancias piamontesas en los castillos de Racconigi y Pollenzo.
Para hacerlo practicar el mando, fue asignado a un regimiento de Infantería en Nápoles, donde permaneció durante cinco años.
En su papel como comandante, mostró una gran rigidez, tanto que, según sus cartas a Osio, resultó ser una verdadera bestia negra para sus subordinados; en una carta escribió: «Mi pelotón de oficiales es de 104 estudiantes; pero pronto serán 103 porque saqué uno por robarle a un compañero.
Sin embargo el príncipe mostró interés por Elena, que llamó su atención con su belleza eslava y sus ojos de "cierva herida".
En la visión política del soberano, el punto clave para lograr la paz social deseada era "lograr una mayor condición intelectual, moral y económica de las clases trabajadoras",[8] en particular garantizando un nivel básico de educación para todos los ciudadanos.
[10] Unas horas después del fallido ataque, Víctor Manuel recibió la visita de los socialistas reformistas Ivanoe Bonomi, Leonida Bissolati y Angiolo Cabrini, quienes felicitaron al monarca; este gesto dio entonces el pretexto a la mayoría del Partido Socialista Italiano para expulsar a los tres reformistas culpables de apoyar al gobierno de Giolitti en la guerra contra el Imperio Otomano.
Su bisabuelo, Carlos Alberto, era muy religioso; su abuelo Víctor Manuel II tenía un temor supersticioso por la Iglesia; su padre Humberto I era en cambio un agnóstico observante que iba a la iglesia más por imagen pública ante sus súbditos que por convicción personal, pero al mismo tiempo tenía un profundo respeto por la jerarquía católica.
[15] La visita en 1904 del presidente francés Emile Loubet a Italia provocó una fuerte tensión en las relaciones entre el Estado y la Iglesia: la Santa Sede protestó porque un jefe de Estado católico que visitaba Roma había rendido homenaje al rey de Italia antes que al Papa.
Además ya se habían demarcado las esferas de influencia en la África mediterránea entre Francia e Italia tras la primera y segunda crisis marroquí, en las que Víctor Manuel se puso del lado de París, reconociendo la prioridad francesa en la zona más occidental del Sahara.
La guerra no fue un paseo militar como se esperaba en Roma, y la ocupación mostró importantes deficiencias estratégicas.
Las tropas italianas se hicieron rápidamente con la región costera, pero encontraron una resistencia activa de los líderes tribales del interior.
[20] La llamada «Pacificación de Libia» duró hasta 1932, cuando los italianos lograron finalmente asegurar el control del territorio.
Sin embargo, se le informó de los nuevos compromisos contraídos en Londres con la Triple Entente y decidió rechazar el cargo, así como los otros políticos convocados.
El movimiento estuvo vinculado a los grupos de acción, que más tarde se integrarían en la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional.
Renzo De Felice, el mayor historiador sobre el fascismo, esboza una lista de posibles razones que podrían haber llevado al rey a evitar la confrontación con Mussolini: Según Mauro Canali,[25] hay que añadir otro motivo, atribuible a la personalidad del rey: su supuesto miedo que lo llevó a no desafiar al fascista en el campo militar.
Como resultado de la decisión del rey, Facta presentó su dimisión, que fue inmediatamente aceptada por el soberano.
Mussolini se dirigió al Parlamento en un tono amenazante («Podría hacer de esta cámara sorda y gris un vivac de mis manípulos...»), recibió una gran confianza del Parlamento, obteniendo 316 votos a favor, 116 en contra y 7 abstenciones.
[32] Francesco Saverio Nitti, exiliado por la intimidación fascista, envió una carta al monarca en la que lo acusaba de connivencia con Mussolini y le instaba a tomar medidas contra el régimen.
En ese momento subí al piso superior, mientras mi dama de compañía, la Jaccarino, se quedaba en la habitación sin poder moverse.
La propuesta, apoyada inicialmente por la mayoría de los reunidos allí, fue considerada por Acquarone como poco realista, y fue rechazada por Víctor Manuel.
[47] El ejército, sin haberle sido comunicado un plan de acción claro ante la previsible respuesta del antiguo aliado alemán, se encontró desorientado para hacer frente a las numerosas unidades alemanas que habían sido desplegadas por Italia tras la caída de Mussolini.
Según algunas teorías monárquicas, sin embargo, la fuga permitió la continuidad formal del estado especialmente a los ojos de los Aliados.
Aunque cabe señalar que varias cláusulas del llamado "armistizio lungo", de carácter esencialmente político, se convirtieron en una hipoteca muy pesada para la independencia del Estado frente a las Naciones Unidas, que le había obligado a rendirse incondicionalmente.
Tendría algunas cosas importantes que hacer", le dijo al médico cuando corrió a su cama después de la parálisis.
Unos días antes, precisamente el día 23, Víctor Manuel III había dicho: "Vivimos en un hermoso y puerco mundo[55]".
[56][57][58] Por el propio deseo del finado no se pusieron flores en la tumba; de hecho, a aquellos que querían honrar su memoria, se les aconsejó seguir la sugerencia de la reina Elena y beneficiar a la comunidad italiana en Alejandría.