Cuestión romana

Durante este periodo los papas se consideraban a sí mismos (según las palabras de Pío IX) «Prisioneros en el Vaticano».

Además, Roma estuvo protegida por una guarnición de tropas francesas, enviadas por Napoleón III para sostener al Papado, ante un posible ataque italiano.

Pese a que la retirada de los franceses facilitaba los planes, el gabinete presidido por Giovanni Lanza dispuso no iniciar acciones militares, posición compartida por el rey Víctor Manuel II.

Los soldados italianos alcanzaron la Muralla aureliana el 19 de septiembre y sitiaron Roma, al mantenerse la negativa del Papado a una solución pacífica.

Pío IX siguió siendo intransigente y ordenó a sus "zuavos papales" oponerse formando una resistencia armada.

Si bien Pío XI no dirigió palabra alguna a la multitud, dicho gesto significó romper una política estricta seguida por el papado en los últimos 52 años.

No obstante, tanto el Papado como la dictadura mussoliniana necesitaban del mutuo reconocimiento, y ambos veían como anacrónica e innecesaria la antigua cuestión romana.

Así, Pío XI obtenía una situación de igualdad con Italia mientras que Mussolini neutralizaba toda posible oposición católica a su régimen.

Brecha en la muralla de Roma, en Porta Pia , por donde entraron las tropas del Reino de Italia
Mapa de la Ciudad del Vaticano.