Desde muy pronto comenzó a interesarse por la participación de los católicos en la política.
Fue alcalde en una pequeña ciudad y secretario general de Acción Católica, creando después, junto a Alcide De Gasperi, el Beato Alberto Marvelli y otros laicos y políticos, el Partido Popular Italiano en 1919, antecedente directo de la democracia cristiana.
Obtuvo un éxito absoluto, pero el ascenso del fascismo truncó sus aspiraciones.
En 1924 se exilió a Londres y luego a Nueva York.
Regresó tras la guerra, en 1946 y fue designado senador vitalicio, inspirando el Partido Democratacristiano.