Reinado de Isabel II de España

También influyó mucho en su reinado la personalidad de la reina Isabel sin dotes para el gobierno y presionada en todo momento por la Corte, especialmente por su propia madre, y también por los generales Narváez, Espartero y O'Donnell, lo que impidió que se consolidase el tránsito del Antiguo Régimen al Estado Liberal, por lo que España llegó al último tercio del siglo XIX en condiciones desfavorables respecto a otras potencias europeas.

Durante la Regencia de Espartero (1841-43) el general no supo rodearse del espíritu liberal que le había llevado al poder, y prefirió confiar los asuntos más importantes y trascendentales a los militares afines, llamados ayacuchos por la falsa creencia en que Espartero había estado en la batalla de Ayacucho.

Según Narváez, si en 1845 se cierra el ciclo revolucionario, habría que dar respuesta a varios problemas como los carlistas, descontentos por el incumplimiento del acuerdo con Espartero; la situación de la Iglesia, que ha perdido gran parte de su patrimonio y sobre todo su influencia; y problemas políticos, denominados "inestabilidad constitucional", porque se han elaborado dos constituciones en menos de cinco años.

No hay censura previa para imprimir, pero se crean unos tribunales especiales para juzgar los delitos de injuria contra el gobierno o la Corona.

Con las Cortes cerradas, gobernó mediante decretos e intentó implantar un sistema político que otorgase más derechos a la Corona.

Esta reforma causa una reacción política, en mayo de 1852 se redacta un escrito a la reina para que reabra las Cortes.

Bravo Murillo, todavía presidente, está en contra, así que disuelve las Cortes y redacta un proyecto constitucional en 1852, de corte absolutista para eliminar el carácter liberal que a su juicio tenía la Constitución de 1845, pero es impopular y rechazado.

Bravo Murillo, al que muchos consideraban un servidor público honrado, cesó en 1852, y le sucedieron tres gobiernos hasta julio de 1854.

A lo largo de junio y julio se unieron al alzamiento otras tropas en Barcelona.

Mientras que O'Donnell trataba de contrarrestar las prácticas liberales progresistas de Espartero en cuanto a su posición sobre la Iglesia y la desamortización, el antiguo regente buscaba un camino hacia el liberalismo en España muy influido por su propia personalidad y los cambios que se operaban en Europa.

En su contra, el Gobierno no consiguió desterrar la corrupción política y económica que alcanzaba a todos los estamentos del poder, no aprobó la anunciada ley de prensa y, a partir de 1861, vio decaer los apoyos parlamentarios.

Prusia, Austria y Rusia eran partidarias de los carlistas, a quienes prestaron su apoyo más o menos veladamente.

En estas circunstancias, España se integró en la Cuádruple Alianza de 1834 junto a Portugal bajo sencillas premisas: Francia y Gran Bretaña apoyaban a la monarquía isabelina siempre y cuando mantuviera una política exterior convenida con ambos, aunque cuando las dos grandes potencias sostuviesen posturas distintas, España podía defender su propia posición.

Así las cosas, Prim se sublevó en Villarejo de Salvanés en un claro giro político que apostaba por tomar el poder mediante las armas, pero la ejecución del golpe no contó con la adecuada planificación y fracasó.

La presencia militar evidencia el principal problema del liberalismo: no había una burguesía fuerte que pudiera ejecutar sus ideas.

Respecto a la Milicia, supone una alternativa al ejército regular que tiene su origen en 1808 y puede definirse como ciudadanos en armas.

Fue utilizada por la burguesía para acabar con lo que fuera en contra de sus intereses (absolutismo, feudalismo, etc.) No tiene jerarquía, todos los milicianos son iguales y son elegidos por el pueblo, siendo la máxima autoridad el alcalde de la ciudad donde se forma la Milicia.

Pero estos cambios, que en Europa operaban a velocidad vertiginosa, en España fueron relativamente lentos e inconstantes.

Solo en puntos concretos de la geografía peninsular y con escasos apoyos públicos en infraestructuras se apreciaba un cambio económico hacia el capitalismo.

Por contraste, en Europa esta explosión demográfica fue mucho mayor porque se redujo drásticamente el número de defunciones.

Los flujos migratorios se resolvieron desde las ciudades de tipo medio que en el pasado habían florecido gracias a la actividad agrícola, hacia las más grandes, especialmente aquellas que comenzaban a despegar con la incipiente industrialización como Barcelona, Madrid, Valladolid, Bilbao, Zaragoza y Málaga, así como las mayores áreas industriales del norte como el País Vasco y Asturias.

El fin del Antiguo Régimen fue también el de los cambios en la estructura social desde la forma estamental a las clases sociales, pero España no experimentó una revolución burguesa al modelo francés, por lo que no terminó de estructurarse conforme las sociedades industriales del siglo.

La nobleza y la aristocracia disminuyeron su número e influencia, aunque de manera muy lenta, adaptándose parcialmente a los nuevos tiempos.

Lo que sí conservaron los nobles en las distintas reformas constitucionales fueron sus derechos como próceres del Reino para acceder al Senado.

Su importancia social estaba unida a las características del periodo isabelino: militares y funcionarios eran claves en el desarrollo de España.

Las ciudades capitales de provincia, salvo algunas excepciones, crecieron en población, y en ello había un componente nuevo: la industrialización.

Una tercera formación que se viene en llamar el Partido Moderado no mantuvo una estructura clara en momento alguno.

Los integrantes del moderantismo constituían un grupo complejo en el que se encuadraban desde liberales moderados a monárquicos absolutistas y elementos próximos al carlismo.

Pero estos cambios, con ser importantes, se verán circunscritos a zonas determinadas, actividades específicas o no mantendrán un continuo en el tiempo.

La pintura estará representada por José Casado de Alisal, Federico Madrazo, Eduardo Rosales y Mariano Fortuny que aportarán el rostro más brillante del arte español en la época.

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Isabel II.
Ramón María Narváez.
Constitución de 1845.
Grabado del Palacio de las Cortes en 1843
El General O'Donnell protagonizó la Vicalvarada que dio inicio al Bienio Progresista y fue el artífice de los gobiernos de la Unión Liberal .
Estatua del Duque de Ahumada en Valdemoro.
Densidades de población por provincias en el 1857
Salamanca en un plano de 1858
Inauguración del ferrocarril a Langreo . Cuadro de Jenaro Pérez Villamil . 1852
Moneda de oro de 10 escudos del reinado de Isabel II (1868).
La Catedral de León fue una de las obras restauradas en plena época de retorno al gusto por la Edad Media