Contra todo pronóstico, Dreyfus fue condenado otra vez, ahora a diez años de trabajos forzados, aunque en este fallo el tribunal mencionó que existían «circunstancias atenuantes».
En francés se crearon tres palabras vinculadas con el caso, que a su vez no deben ser confundidas: dreyfusards, dreyfusiens y dreyfusistes.
El Ejército fue relevado tras la derrota, pero todavía estaba constituido, en parte, por antiguos oficiales socialmente aristócratas y políticamente monárquicos.
El odio a los judíos sería público y violento en lo sucesivo, alimentado por una prensa que demonizaba la presencia judía en Francia, formada entonces por unas 80 000 personas en 1895 (40 000 de ellas en París), altamente integradas en la sociedad francesa, más otras 45 000 en Argelia.
El ministro, violentamente atacado por la prensa que lo consideraba incompetente,[31] parecería querer sacar partido de este asunto para realzar su imagen.
Esto no era excepcional, ya que se privilegiaba a los oficiales del Este de Francia por sus dobles conocimientos: la lengua y la cultura alemanas.
Esta confesión sería obtenida por efecto sorpresa, haciéndole escribir un escrito inspirado en la lista[54] en cuestión[55] en el marco de un dictado.
[58] Con toda ilegalidad[59] Dreyfus fue aislado en la prisión, donde Du Paty lo interrogó día y noche a fin de lograr su confesión, lo que suspendió al no conseguirla.
Contaba con todos los poderes para detener la maquinaria, pero no lo hizo, posiblemente por confianza exagerada en el sistema de la justicia militar.
[71] Ese largo período fue, principalmente, una forma para que el Estado Mayor pudiera preparar a la opinión pública y ejercer presión indirectamente sobre los jueces.
Dreyfus era un oficial muy patriótico, bien considerado por sus superiores y, sobre todo, muy rico;[83] no tenía, pues, ninguna razón tangible para cometer traición.
[92] En realidad el Departamento de Estadísticas sabía que la carta no podía ser atribuida a Dreyfus, y si lo fue, fue con intención criminal.
[96] Antes de la degradación, en el furgón que lo traía a la Escuela Militar, Dreyfus habría confiado su traición al capitán Lebrun-Renault.
Sentíamos que ya no éramos seres humanos como los demás, aislados del mundo de los vivos.»[105] Mathieu intentó todas las vías, incluidas las más sorprendentes.
[117] Se estableció que el oficial estaba vendiendo a los prusianos numerosos documentos secretos cuyo valor era, sin embargo, bastante escaso.
Picquart, que no sabía nada acerca del «falso Henry», rápidamente se sintió aislado de sus colegas militares.
[135] El movimiento llamado dreyfusard, organizado por Bernard Lazare, Mathieu Dreyfus, Joseph Reinach y Auguste Scheurer-Kestner, se amplió.
Varios periódicos[164] publicaron las notas taquigráficas in extenso de los debates del día, y era en esos informes en que se basaba la población para crear su opinión.
[171] En efecto, el Caso y sus contradicciones pudieron ser evocados ampliamente a lo largo del juicio, en particular por los militares.
Cavaignac todavía intentaba encontrar razones lógicas para la culpabilidad y posterior condena de Dreyfus,[182] por lo que calló su descubrimiento.
Henry murió, Boisdeffre dimitió, Gonse no tenía ninguna autoridad y Du Paty fue seriamente comprometido por Esterházy: para los conjurados era el derrumbe.
Cavaignac dimitió para seguir extendiendo su visión antidreyfusarde del Caso y se planteó como el principal antirevisionista.
[199] Émile Loubet fue elegido, un avance para la causa de la revisión, pues el presidente anterior había sido un feroz opositor.
El 9 de junio dejó la Isla del Diablo en dirección a Francia, encerrado en una cabina como culpable, que ya no era.
El general Mercier, líder de los antidreyfusards, realizó constantes declaraciones a la prensa para reafirmar la exactitud del primer juicio: Dreyfus era culpable.
Labori, un brillante abogado de 35 años, era más ofensivo y, pretendiendo golpear fuerte, quería la derrota del Estado Mayor, su humillación pública.
El oficial pretendió no entender la alusión y, ayudado del abogado nacionalista Auffray —alma verdadera de la acusación—, realizó una acusación contra Dreyfus.
Los republicanos buscaron sobre todo la paz social, para dar vuelta de página a este largo asunto extremadamente polémico.
Se trataba, para la Acción Francesa, de perturbar al máximo la ceremonia destinada a «los dos traidores»: Zola y Dreyfus.
Jacques Kayser (1946), luego Maurice Paléologue (1955) y Henri Giscard d'Estaing (1960) reactivaron el caso, sin grandes revelaciones, con un enfoque general juzgado como insuficiente en términos históricos.