De corte anarquista, sus obras se caracterizaron por su anticlericalismo, pacifismo y antimilitarismo.
Dedicó textos a Claude Monet, Camille Pissarro, Paul Cézanne, Auguste Renoir, Félix Vallotton y Pierre Bonnard.
Luego de escribir unas diez novelas como «negro» (escritor fantasma), debutó oficialmente con El calvario (1886), novela en la que se desvelan los traumas que padeció el autor a causa de una pasión devastadora por una mujer no muy santa llamada Judith y rebautizada Juliette en la ficción.
Mirbeau hizo representar seis pequeñas obras en un acto, muy innovadoras, publicadas con el nombre de Farces et moralités (1904); en ellas anticipa el teatro de Bertolt Brecht, Marcel Aymé, Harold Pinter y Eugène Ionesco, y lleva la revuelta al seno del lenguaje.
Felizmente, desde hace unos veinte años, gracias a la Société Octave Mirbeau, se lo viene releyendo bajo una luz nueva que permite apreciar el importante papel que ha desempeñado en la escena política, literaria y artística de la «Belle Époque» y en la evolución de los géneros literarios.