[1] La Mort de Balzac fue publicado por Pierre Michel y Jean-François Nivet en 1989.
En el primer capítulo, el novelista Mirbeau expresó su gran admiración por Balzac, no solo por ser el creador de la épica Comédie humaine, sino también por la vida prodigiosa de este « hombre extraordinario», verdadero « milagro de la humanidad».
Pesimista a propósito de lo que se llama “amor”, es decir, para el, una ilusión grosera, dolorosa y destructiva, Mirbeau habla de la « doble equivocación» de sus « exaltaciones amorosas», lo que les conduciría inevitablemente a una « doble caída».
En el tercer capítulo, el autor se propone contar una historia escandalosa que le habría contado oralmente el pintor Jean Gigoux, en el taller de Rodin: se trata de la historia de la agonía de Balzac, abandonado y moribundo en su habitación, condenado a descomponerse rápidamente, mientras que su esposa estaba con su amante Jean Gigoux en una habitación contigua.
Pero no le importaba, a Mirbeau, revelar una “verdad” histórica, inaccesible a los hombres: lo importante, para él, es subrayar una vez más la incomunicabilidad que existe entre ambos sexos, separados para siempre por un « abismo insalvable».