Le bastó con cuatro novelas: Cruel enigma (1885), Un crimen pasional (1886), Andrés Cornelis (1887) y Mentiras (1888, inspirado en la vida de Octave Mirbeau).
Los personajes tienen problemas puramente personales y no son las estructuras las que deben cambiar, sino el hombre en sí mismo, demasiado débil frente a sus pasiones.
En una segunda época, tras la ya mencionada transición entre El discípulo (1889) y su conversión al catolicismo en 1901, Bourget evoluciona desde el materialismo libertario al tradicionalismo religioso, social e incluso monárquico, uniéndose a otros narradores de la «Francia eterna», como René Bazin y Henry Bordeaux.
El discípulo constituye ese punto de inflexión: una acusación a los intelectuales irresponsables que no sospechan que sus jóvenes lectores no distinguen entre pensamiento y acción y pueden aplicar a la realidad sus teorías.
En general, sus obras son sumamente ambiguas y reflejan el tradicionalismo francés durante los años anteriores a la Primera Guerra Mundial.