Quema de libros en la Alemania nazi

Como primera medida se ordenó formar «comisiones de lucha contra el espíritu anti-alemán» en las instituciones de educación superior a las que debían pertenecer dos estudiantes, un profesor, un representante del Kampfbund für deutsche Kultur, asociación cultural nacionalista dirigida por Alfred Rosenberg, y un escritor.

Tras la guerra, Schmidt, bajo su seudónimo Carell, tuvo una exitosa carrera como periodista y ensayista.

[5]​ Finalmente solo se pudieron publicar cuatro colaboraciones, las de Herbert Böhme, Will Vesper, Alfred Baeumler y Kurt Herwarth Ball (véase también la sección «Artículos periodísticos»).

También los profesores con una «posición política irreprochable» deberían ser denunciados a la dirección del DSt si solo mostraban «un talento mediocre».

Hubo ataques organizados contra docentes, trabajadores de la administración y estudiantes judíos, clases fueron interrumpidas y boicoteadas, a profesores judíos se les impidió llegar a sus puestos de trabajo.

También se revisaron las bibliotecas públicas y las librerías buscando literatura «digna de ser quemada».

Las asociaciones de estudiantes fueron exhortadas a seguir este plan con la mayor exactitud posible y a realizar las acciones de la forma más suntuosa posible, ya que entre las 23:00 y las 24:00 la radio Deutsche Welle tenía previsto un reportaje con conexiones locales.

En Berlín habló además el ministro de propaganda Joseph Goebbels, que así le daba a la acción un aire oficial.

Muchos de los autores repudiados vivos ya estaban exiliados en el extranjero en ese momento; Erich Kästner era el único que se encontraba entre los mirones y tuvo que oír como también mencionaban su nombre.

[10]​ A la vez que en Berlín, el 10 de mayo de 1933 también se realizaron cremaciones de libros en veintiún otras ciudades universitarias: Bonn, Brunswick, Brema, Breslavia, Dortmund, Dresde, Fráncfort del Meno, Gotinga, Greifswald, Hannover, Hannoversch Münden, Kiel, Königsberg, Landau, Marburgo, Múnich, Münster, Núremberg, Rostock, Worms y Wurzburgo.

En Greifswald se incluyó la quema de libros en la «Acción a favor del espíritu alemán» que había organizado durante varias semanas el NSDStB local.

En Fráncfort fueron unas 15 000 personas las que se reunieron en el Römerberg, la plaza del mercado, muchos de ellos estudiantes en el uniforme de las SA, pero también profesores y catedráticos vestidos con togas y birretes.

En esa cremación cayeron víctimas 1 200 libros de autores clericales y judíos, entre ellos, las obras de Stefan Zweig[15]​ y la monografía sobre Max Reinhardt de Siegfried Jacobsohn, durante cuya quema se gritó: «Quiera el fuego devorar también la ignominia y la vergüenza que ocurrió por esta chusma en esta ciudad alemana.

En el asalto a la casa del pueblo socialdemócrata de Brunswick hubo un muerto.

La última acción este tipo se realizó el 26 de agosto en Jena.

[19]​ Entre los autores prohibidos se pueden contar, entre otros, a Walter Benjamin, Ernst Bloch, Bertolt Brecht, Max Brod, Otto Dix, Alfred Döblin, Albert Einstein, Lion Feuchtwanger, Marieluise Fleißer, Leonhard Frank, Sigmund Freud, Iwan Goll, George Grosz, Jaroslav Hašek, Heinrich Heine, Ödön von Horvath, Heinrich Eduard Jacob, Franz Kafka, Georg Kaiser, Erich Kästner, Alfred Kerr, Egon Erwin Kisch, Siegfried Kracauer, Karl Kraus, Theodor Lessing, Alexander Lernet-Holenia, Karl Liebknecht, Georg Lukács, Rosa Luxemburg, Heinrich Mann, Klaus Mann, Ludwig Marcuse, Karl Marx, Robert Musil, Carl von Ossietzky, Erwin Piscator, Alfred Polgar, Erich Maria Remarque, Ludwig Renn, Joachim Ringelnatz, Joseph Roth, Nelly Sachs, Felix Salten, Anna Seghers, Arthur Schnitzler, Carl Sternheim, Bertha von Suttner, Ernst Toller, Kurt Tucholsky, Jakob Wassermann, Franz Werfel, Grete Weiskopf, Arnold Zweig y Stefan Zweig.

Fallecieron en campos de concentración, por las terribles condiciones de vida o ajusticiados —como fue el caso de Carl von Ossietzky, Erich Mühsam, Gertrud Kolmar, Jakob van Hoddis, Paul Kornfeld, Arno Nadel, Georg Hermann, Theodor Wolff, Adam Kuckhoff y Rudolf Hilferding—, perdieron su nacionalidad —como Ernst Toller y Kurt Tucholsky—, tuvieron que huir hacia el exilio —así Walter Mehring y Arnold Zweig— o fueron empujados a la emigración interior, de la que Erich Kästner escribió: «Se es un cadáver viviente».

Posteriormente, Oskar Maria Graf exigió la quema de sus libros, ya que para su horror, sus libros no habían sido prohibidos, sino que habían sido recomendados en las «listas blancas» por los nazis.

La quema de libros tuvo un gran eco tanto dentro como fuera del país.

El teólogo Richard Rinke firmó una carta de protesta con su nombre completo, sobre su suerte no se conoce nada más.

Ya el 27 de abril hubo protestas en Estados Unidos contra los planes de quemar libros, Helen Keller intervino junto con otros famosos autores, como Sherwood Anderson y Sinclair Lewis, en una carta abierta a los estudiantes, pero sin éxito.

En mayo de 1933, el emigrado Ernst Toller criticó en el XI congreso del PEN Club Internacional en Ragusa la actitud pasiva de muchos miembros frente al fascismo y al nacionalismo.

Autores austriacos y miembros del PEN Club protestaron en contra de la persecución de sus colegas alemanes, entre ellos algunos que más tarde se convertirían en emigrantes ellos mismos, como Raoul Auernheimer, Franz Theodor Csokor, Ernst Lothar y Friedrich Torberg.

En el barrio de Eimsbüttel, en Hamburgo, existe un monumento en Hoheluft am Isebekkanal, Kaiser-Friedrich-Ufer esquina con Heymannstraße.

El alcalde Heinz Schaden (SPÖ) consideró que una placa conmemorativa sería suficiente.

El proyecto no fue llevado a cabo y en 2009 fue reclamado por una iniciativa del partido Bürgerliste.

[30]​ Para el 75 aniversario, en 2013 la iniciativa «Palabra libre» realizó un amplio programa de actos.

[31]​ En Viena se ha colocado en el año 2000 un monumento exhortatorio creado por la artista inglesa Rachel Whiteread que recuerda a las víctimas austriacas del Holocausto en la Plaza de los Judíos.

Lo que había sido prohibido en Alemania, fue enviado por emigrantes a París y reunido en una biblioteca.

La caja contiene libros de Salomo Friedlaender, André Gide, Theodor Heuss, Franz Kafka, Erich Kästner, Gina Kaus, Jack London, Walther Rathenau, Anna Seghers y Kurt Tucholsky.

Quema de libros en 1933, dentro del plan « Aktion wider den undeutschen Geist » («Acción contra el espíritu antialemán»).
Quema de libros en la Plaza de la Ópera de Berlín.
Quema de libros en la Plaza de la Ópera en Berlín el 10 de mayo de 1933.
Die zwölf Thesen wider den undeutschen Geist , en español, «Las doce tesis contra el espíritu antialemán» (folleto del 12 de abril de 1933)
Estudiantes marchan por delante del Institut für Sexualwissenschaft en Berlín antes del saqueo del 6 de mayo de 1933.
Los libros secuestrados son amontonados en una camioneta y conducidos a la plaza de la Ópera de Berlín, foto del Archivo Federal de Alemania .
Placa recordatoria en el Schlossplatz en Brunswick. La placa cita una frase de Heinrich Heine en su obra Almansor : «Das war ein Vorspiel nur, dort wo man Bücher verbrennt, verbrennt man auch am Ende Menschen» («Eso solo fue un preludio, ahí donde se queman libros se terminan quemando personas»).
Die Weltbühne del 12 de marzo de 1929, con una colaboración de Kurt Tucholsky, dirigida por Carl von Ossietzky.
Retrato de Erich Kästner en una casa del Kästner-Passage en Dresde.
Oskar Maria Graf (1927).
Bertolt Brecht (1954).
Póster editado en 1943, encargado por el United States Office of War Information : «Hace diez años los nazis quemaron estos libros... pero los americanos libres todavía pueden leerlos»
Placa conmemorativa en el Bebelplatz , en el centro de Berlín.
Una copia de la novela de Stefan Zweig Amok (1922), parcialmente quemada y recuperada de la quema de libros de los nazis.
El monumento exhortatorio «Biblioteca» de Micha Ullman en el Bebelplatz de Berlín, una habitación subterránea con estanterías sin libros.