La pintura renacentista española es la realizada a lo largo del siglo XVI en las Coronas de Castilla y Aragón.
El Renacimiento italiano se difundió por la península ibérica a partir del litoral mediterráneo.
El rey Carlos I estuvo predispuesto al nuevo arte, llamado la manera antigua puesto que remite a la antigüedad clásica.
Las obras se realizan normalmente al óleo, con interiores perfectamente sujetos a las reglas de la perspectiva, sin agolpamiento de los personajes y con figuras todas del mismo tamaño y anatómicamente correctas.
Los colores y los sombreados se administran en gamas tonales, según las enseñanzas italianas.
Llegan a lo largo de todo el siglo numerosos artistas italianos, pero también flamencos.
Francisco, fallecido antes que el padre, parece haber añadido a su estilo un carácter más moderno, con elementos decorativos como los grutescos, aunque no resulta fácil distinguir las obras de uno y otro.
Por lo que se refiere a Castilla, continuaron los modelos flamencos durante más tiempo.
Pero es renacentista en la perspectivas, las formas y la luz, o la incorporación de espacios arquitectónicos.
También se dejan sentir los ecos del primer manierismo, tanto toscano como nórdico.
Su hijo Juan de Juanes (1523-1579), menos original que su padre pues se limitó a divulgar su estilo, fue sin embargo mucho más popular, y creó numerosas estampas religiosas, sentimentales y de cierta blandura.
De sus obras es muy conocida La Última Cena, hoy en el Museo del Prado.
Otras obras son: Sagradas Familias, Salvador eucarístico, Vírgenes con el Niño, varias obras representando la Inmaculada Concepción, o la tablas de San Esteban (también en el Prado), Asunción de Nuestra Señora, Bodas místicas del Venerable Agnesio.
Pero el centro más destacado de producción artística es Sevilla, ciudad que cobró gran auge económico gracias al comercio con las Indias.
La ciudad llegó a ser un centro multicultural lo que ayudaría al florecimiento de las artes.
Conserva, dentro de una obra que recuerda al arte medieval, un estilo español característico.
Tuvo gran fama en vida, adquiriendo el mote de «Divino Morales».
Sus obras alcanzan gran calidad, aunando la influencia de Tiziano y Antonio Moro.
Su discípulo Pantoja de la Cruz también cultivó el retrato y pinturas religiosas.
A él se atribuye la introducción de la pintura al fresco en España, ya que hasta entonces era realizada por extranjeros.
Gusta jugar con las diferentes intensidades de la luz, lo que recuerda a Tintoretto.
Con este objeto llegó a España precedido de gran fama Federico Zuccaro, quien no convenció al rey y no tardó en ser sustituido por el genovés Luca Cambiaso (1527-1585) y el boloñés Pellegrino Tibaldi (1527-1596).
Cambiaso destaca por sus composiciones, muy sobrias y ciertas experiencias que se adelantan al tenebrismo.
No obstante, su Martirio de San Mauricio y la legión tebana (1580) no complació al rey y acabó encontrando su lugar en Toledo, donde se le encuentra a partir del año 1579.