El edificio lo proyectó el arquitecto Antonio López Aguado en estilo neoclásico para la xi duquesa consorte María Pignatelli y Gonzaga.
El inmueble conservó sus suntuosos interiores, que incluían salón de baile y capilla privada, hasta la década de 1970, tal como aparece en un reportaje fotográfico publicado en la revista Blanco y Negro.
Poco después el edificio fue adquirido por la Banca López Quesada, que lo modificó para instalar sus oficinas.
Posteriormente, tras una remodelación debida a Rafael Moneo, en la cual se vació el interior, se habilitó como sede del Museo Thyssen-Bornemisza.
Actualmente este palacio es propiedad del ayuntamiento y en parte está en manos privadas.