La fuerte influencia italiana que se advierte en ellas, descartado un posible viaje a Italia, se explicaría por sus relaciones con El Escorial y la utilización de estampas de aquella procedencia.
A su paso por Sevilla lo conoció Francisco Pacheco quien cuenta en el Arte de la pintura que «cuando pasó a Marruecos por orden del Rey, llevaba unos lienzos de frutas, que yo vi, muy bien pintados».
Cuenta Palomino que «cuando volvió, vino en traje de africano, y por algún tiempo lo vieron comer en el suelo sobre cojines, o almohadas de estrado, a la usanza morisca.
[4] Del insólito viaje y de la fácil adaptación del pintor al país se hizo eco también el aragonés Jusepe Martínez, quien creía que Blas de Prado retornó a Marruecos al no sentirse en España tan estimado como en su nueva patria, muriendo allí:
[6] Poco más tarde, en julio, Sánchez Cotán se le ofreció como fiador de la obra que deseaba contratar en Madridejos (Toledo),[7] pero el mismo año 1599 falleció en Madrid, dejando como heredera a su madre.
La escasa obra conservada de Blas de Prado presenta una notable variedad por el soporte y la técnica empleados, incluyendo la pintura al temple y al fresco y un importante lote de dibujos tomados del natural.
En el ático, pintura sobre tabla de la Virgen con el Niño y ángeles (62 x 82).
Fechado sobre la lápida de la sepultura en 1592, su técnica de pincelada ligera y segura, que en algunas zonas no llega a cubrir la imprimación, acusa influencias venecianas, en tanto en el canon alargado de Santa Leocadia se han visto influencias del Greco.
[16] Con inscripciones antiguas y atribución a Blas de Prado ha llegado además un importante conjunto de dibujos conservado en los Uffizi de Florencia junto con algunos otros dibujos dispersos en museos e instituciones, entre los que figuran la Biblioteca Nacional de Madrid, el Museo del Louvre y la Hispanic Society of America, hasta un total próximo a las cincuenta piezas.