La grisalla (del francés grisaille)[1] es una técnica pictórica basada en una pintura monocroma que produce la sensación de ser un relieve escultórico.
[2] Aunque el uso de la grisalla arranca en la Alta Edad Media, su generalización comenzó en Francia, en el taller del pintor y escultor André Beauneveu.
Durante un tiempo, la grisalla recibió una función religiosa, ya que fue asociada por la liturgia católica al tiempo de Cuaresma, pero pronto perdió esta función: en tiempos de Bruegel y El Bosco (El vendedor ambulante, Museo Boymans Van Beuningen, Róterdam), se convirtió en un procedimiento pictórico que, a través de una falsa perspectiva, evidenciaba la habilidad del pintor.
De esta forma fue utilizada por numerosos artistas, como Andrea del Sarto, Correggio, Beccafumi, Rubens y Van Dyck.
A mediados del siglo XVI, la grisalla tuvo un gran desarrollo en el esmalte, con Pierre Reymond y los hermanos Pénicaud.