Los historiadores del arte utilizan indistintamente estos términos, e incluso los aplican a obras religiosas menores probablemente encargadas para quedar en posesión del comprador, y no para ser donadas a una iglesia.
En ocasiones, la figura del donante es de una escala mucho menor que las figuras principales ─sobre todo cuando se retrata a toda la familia─, desafiando las leyes de la perspectiva incluso hasta bien entrado el Renacimiento.
[4] Cuando se financiaba un edificio entero, podía incluirse una escultura del patrocinador en la fachada o algún otro lugar de la construcción.
Rolin había dado grandes sumas de dinero a su parroquia, donde estaba colocada la obra, lo que queda representado por la iglesia que aparece en el paisaje del fondo justo encima de sus manos entrelazadas.
Otra tradición que tiene precedente previo al cristianismo fueron las imágenes reales o imperiales que muestran al gobernante con una figura religiosa, que en los ejemplos cristianos suelen ser Cristo o la Virgen, y reflejan cierto tipo de comunicación entre la figura divina y la real.
Su escala y composición son únicas entre las obras supervivientes de gran tamaño.
En Roma existen varios mosaicos de la Alta Edad Media, retratos de papas que mandaron construir o reconstruir el templo que los alberga, en los que la figura principal se representa normalmente rodeada de santos y llevando un modelo del edificio en las manos.
[14] Durante la Edad Media, las figuras de los donantes se representaban a menudo a una escala menor que las sagradas, una práctica que algunos historiadores datan en el siglo XIV, aunque hay ejemplos anteriores en manuscritos.
[17] Normalmente, las figuras principales ignoran la presencia de estos intrusos en las escenas narrativas, aunque en ocasiones, algunos santos posan una mano confortadora sobre su hombro en los paneles laterales y en ciertos objetos devocionales, como pinturas de la Virgen con el Niño, que solían estar destinados al hogar del donante, las figuras divinas le mirab o bendicen, como en esta obra de Hans Memling.
Antes del siglo XV no se habría intentado lograr un parecido físico, ya que las personas retratadas no solían posar, e incluso se daba el caso de que hubieran fallecido.
[19] En las escenas narrativas, se comenzó a insertar retratos entre las figuras de la propia escena que se pintaba ─una innovación quizás introducida por Rogier van der Weyden─, en la que destacaban a menudo por sus costosos ropajes contemporáneos.
[21] El historiador John Pope-Hennessy ironizó así sobre los donantes del siglo XVI:[22] En Italia, los donantes o propietarios se representaban muy raramente encarnando a las figuras religiosas, pero en las cortes del norte de Europa hay varios ejemplos de finales del siglo XV y principios del XVI, la mayoría en pequeñas tablas no destinadas a la exhibición pública.