Se ha señalado cierta incongruencia entre sus imágenes —naturalistas y un tanto rechonchos— con la estilizada figura de Jesús.
[4] Cristo está representado aún vivo, con su rostro ladeado hacia su derecha, y la mirada dirigida a un punto fuera del cuadro.
Su figura tiene una proporción alargada —de canon manierista— y está iluminada de una forma que acentúa su naturaleza divina.
El perizonium ligeramente caído y los tres clavos contribuyen a dar a su figura una forma serpentinata, ya que al montar un pie sobre el otro, la cadera se desplaza forzando la postura.
El de la izquierda es un clérigo con sobrepelliz, que junta sus manos en oración.