Nicolás de Piérola

Según opinión de diversos autores, es el presidente peruano más importante del siglo XIX, junto a Ramón Castilla.

Planeó resucitar la antigua Confederación Peruano-Boliviana para atacar a Chile por la retaguardia, pero asediado por sucesivos pronunciamientos militares, dimitió en noviembre de 1881 y partió hacia Europa.

Fue el artífice de la Reconstrucción Nacional y quien inauguró la etapa llamada República Aristocrática, que se prolongaría durante las dos primeras décadas del siglo XX.

[2]​ Sus padres residían en Camaná—ciudad donde su bisabuelo Juan Lucas Antonio Nicolás Flores del Campo era alcalde y coronel de milicias—, pero se trasladaron a Arequipa para su nacimiento.

Sus hijos fueron: Pedro José Nicolás, Eva María, Raquel, Isaías, Luis Benjamín, Amadeo y Victoria.

Entre 1864 y 1865 editó su propio periódico, El Tiempo, que apoyó al gobierno de Juan Antonio Pezet.

Fondeó primero en Pacasmayo pero eludió a la flota peruana y se dirigió al Sur, desembarcando en Ilo.

El gobierno peruano ofreció una recompensa a quienes sometieran al Huáscar, colocándolo prácticamente en la categoría de buque pirata.

Los revolucionarios, en sus correrías al bordo del Huáscar, detuvieron a dos embarcaciones mercantes con bandera británica, lo que motivó que el almirante inglés A. M. Horsey, entonces de visita en el Callao, amenazara con capturar al monitor para entregarlo a las autoridades peruanas.

Luego de esta hazaña, Piérola se entregó en Iquique a las autoridades peruanas y pactó una honrosa capitulación.

Regresaría algunos años después, en 1886, luego que el gobierno de Cáceres anulara ese decreto.

En medio de una crisis extrema en la guerra del Pacífico, se dice que Piérola encontró excelentes oportunidades para malversar y saquear los fondos destinados a la defensa nacional.

Sin embargo, esta decisión si fue acertada, pues dicha nave era inservible y años después fue rematada en Nueva York como chatarra.

Diversos observadores han hecho notar el error de tal decisión (los combatientes peruanos carecían de "buenos fusiles") y suponen que lo más acertado habría sido concentrar las tropas en zonas estratégicas para desordenar el ataque del enemigo.

Este emplazamiento fue bautizado por él mismo como «Ciudadela Piérola» y nunca entró en acción, siendo capturado por los chilenos cuando estos tomaron la ciudad.

Otra de los reproches que se le hacen a Piérola es el no haber ordenado un ataque contra los chilenos, cuando estos, luego del saqueo y destrucción de Chorrillos, se hallaban alcoholizados y peleándose entre ellos.

Aunque Cáceres, en sus memorias, insiste en sostener que se perdió una oportunidad única para infligir al enemigo un grave revés, lo cierto era que, descontando a los soldados chilenos ebrios e indisciplinados (quienes, según cálculos del historiador Carlos Dellepiane, no sobrepasaban el número de dos mil),[21]​ el grueso del Ejército chileno (25 000 efectivos) se hallaba alerta para responder cualquier sorpresa.

[23]​ En contraparte a las críticas sobre Piérola, el historiador José de la Riva Agüero y Osma ha opinado favorablemente sobre su actuación en la guerra:

Piérola se propuso continuar la guerra contra Chile y sugirió resucitar la Confederación Perú-Boliviana para atacar por retaguardia a los chilenos.

[30]​ Contra lo que se esperaba, no hizo oposición al gobierno del general Miguel Iglesias (1883-1886), aduciendo que la nación necesitaba tranquilidad y no confrontaciones políticas, a fin de favorecer su reconstrucción, a poco de sufrir una desastrosa guerra.

Piérola demostró su arraigo popular en una multitudinaria manifestación realizada en la Alameda de los Descalzos en Lima, donde se distribuyeron diez mil medallas a los afiliados demócratas.

Se forma así la Coalición Nacional, que agrupaba a los dos adversarios más enconados de la historia política peruana: los civilistas y los demócratas.

Su ejército se dividió en tres cuerpos para atacar simultáneamente Lima por el Norte, Centro y Sur.

El fuerte calor veraniego empezó a descomponer los cadáveres, lo que amenazaba con desatar una epidemia.

Esta gestión fue notable, convocó a los más capaces para ocupar funciones en el gobierno, sin tener en cuenta antecedentes partidarios; respetó escrupulosamente la Constitución; fortaleció las instituciones públicas e impulsó el desarrollo integral del país.

No se produjeron movimientos revolucionarios a excepción del ocurrido en Loreto, de carácter federal, encabezado por Mariano José Madueño, que fracasó sin mayores incidentes.

Particularmente, le reprochaba no haber realizado reformas en los temas agrario, obrero e indígena.

En las elecciones se aplicó por primera vez en la historia peruana el voto directo, saliendo triunfador López de Romaña.

[71]​ El caudillo, al igual que en 1903, 1904 y 1908, mantuvo pues su línea política de abstenerse a participar en las elecciones, pues consideraba que no habían garantías, e impuso a sus partidarios esa decisión personal.

[73]​ Poco después, Piérola tuvo un diálogo con el ya presidente Billinghurst, cuando este amenazó al Congreso con disolverlo si no legislaba en favor de los obreros: «Señor Billinghurst ¿Como piensa gobernar bien el país si antes no gobierna bien sus nervios?», dícese que le dijo.

Combate de Pacocha (29 de mayo de 1877). En primer plano está el HMS Shah.
Nicolás de Piérola.
Piérola y sus montoneros entran a Lima por la Puerta de Cocharcas (17 de marzo de 1895).
Piérola durante su segundo gobierno.
Nicolás de Piérola en su despacho.
El vicepresidente Guillermo Billinghurst , en su calidad de ministro plenipotenciario, firmó con el canciller chileno Juan José Latorre el protocolo de 1898 para la realización del plebiscito de Tacna y Arica, lo que nunca llegó a concretarse.
El gabinete ministerial presidido por Manuel Pablo Olaechea , el tercero del gobierno de Piérola en 1896.
Nicolás de Piérola en 1910.
Mausoleo de Nicolás de Piérola en el cementerio Presbítero Matías Maestro de Lima .