Con el estallido de la Guerra del Pacífico,[n 1] la embajada italiana —así como las demás establecidas en Perú— había declarado «la más absoluta neutralidad» en dicho conflicto, añadiendo que aquellos italianos que actuaran en él lo harían sin protección del Reino de Italia.
[9] La colonia italiana residente en Perú colaboró con la colecta nacional para la guerra,[9] y hubo peninsulares que combatieron junto con los peruanos.
[1] Asimismo, Piérola mandó instalar baterías sobre la cima del cerro San Cristóbal para atacar desde allí al ejército chileno cuando avanzara a Lima desde el norte, como se creía —en realidad, lo hizo desde el sur—.
Vencida la línea peruana en los campos de San Juan, se combatió en el Morro Solar.
Vencidos allí también, los soldados peruanos se replegaron a Miraflores, donde fueron reagrupados por los coroneles Andrés Avelino Cáceres, Ramón Ribeyro y Narciso de la Colina en los reductos N.º 1 (en el malecón), N.º 2 (en Miraflores) y N.º 6 (en Surquillo).
[1] Sin embargo, y descontando a los soldados chilenos ebrios e indisciplinados —que no sobrepasaban el número de dos mil, según cálculos del historiador peruano Carlos Dellepiane—,[1] el grueso del ejército chileno se hallaba alerta para responder cualquier sorpresa.
[17] Finalizados los enfrentamientos en San Juan, se combatió en el Morro Solar y luego en las calles de Chorrillos.
Las últimas líneas peruanas dejaron el pueblo que ya había sido ocupado por las fuerzas chilenas.
Un tren llegó a Chorrillos con nueva tropa peruana, pero al ver que la ciudad estaba tomada retrocedió sin producirse contienda alguna.
Trece bomberos italianos fueron fusilados al tratar de combatir los incendios provocados por los atacantes chilenos para desalojar a los defensores peruanos.
[20] El viernes 14, el ministro chileno de guerra en campaña José Francisco Vergara envió a su secretario Isidoro Errázuriz en compañía del coronel Miguel Iglesias, quien había sido capturado por Baquedano, a dialogar con Piérola para evitar otro derramamiento de sangre.
Los buenos oficios de los cónsules intentaron iniciar la paz; sin embargo, esto no tuvo éxito.
Producida la derrota en ellos, los peruanos hicieron fuertes en las casas del pueblo y combatieron a los chilenos.
En Miraflores, el subteniente chileno Byssivinger fue muerto por sus soldados cuando defendía la vida de un oficial peruano prisionero.
Los chilenos muertos fueron enterrados en tumbas cavadas por prisioneros peruanos en los cementerios que existían en el pueblo.
Terminada la batalla de Miraflores, Baquedano comunicó a Tezanos Pinto, decano del cuerpo diplomático en Lima, que debido a la violación del armisticio por los soldados peruanos había resuelto bombardear la capital peruana hasta que se rindiera incondicionalmente.
Tras los hechos ocurridos en Chorrillos, Barranco y Miraflores, cerca de 3000 limeños se refugiaron en Ancón, donde la flota neutral estaba anclada.
Baquedano agregó que la ciudad sería ocupada por fuerzas escogidas para conservar el orden.
[27] En las reuniones efectuadas en el cuartel chileno en Miraflores[2] para llevar a cabo la ocupación militar de la capital peruana, el general Manuel Baquedano se entrevistó con representantes del cuerpo diplomático y con Bergasse du Petit Thouars y Stirling.
Baquedano pidió que Torrico desarmara primero las baterías de la «Ciudadela Piérola», ubicada en la cima del cerro San Cristóbal, para evitar combates entre peruanos y chilenos en la ciudad.
Astete abandonó la capital peruana mientras sus soldados se lanzaron al pillaje y saqueo de la ciudad.
En la noche de ese mismo día, el crimen llegó a su mayor intensidad.
A su regreso a Lima desde Chorrillos, el alcalde Rufino Torrico se encontró con los desmanes cometidos por los dispersos peruanos contra los chinos culíes y sus comercios, información que comunicó al cuerpo diplomático extranjero.
Este saqueo se habría producido como reacción al apoyo que un grupo de chinos culíes dio a las fuerzas chilenas —incluso se extendió el rumor de que espías culíes en Lima habrían facilitado información a los chilenos, indicándoles las rutas convenientes para la toma de la ciudad; sin embargo, esto último no se ha demostrado—.
[1] Cuando el ejército de reserva peruano ocupó su puesto en Miraflores, Lima quedó sin guarnición, pues incluso la Guardia Civil fue enviada al frente,[10] lo que habría dejado campo abierto para que se produjeran dichos desmanes.
El coronel Pedro Lagos eligió la Biblioteca Nacional como cuartel de su batallón.
Ese mismo día, la I División de Lynch se dirigió al Callao.
En 1884, solicitó a Chile la devolución del material requisado, el cual tuvo eco en Santiago y, por orden del presidente Domingo Santa María, recibió la devolución de 10 000 libros para la Biblioteca de Lima.
[43] Leyendas han difundido el rumor de que algunas estatuas ubicadas en el cerro Santa Lucía en Santiago, en la plaza de La Victoria en Valparaíso y en otros lugares habrían sido llevadas a Chile desde Perú;[48][49] sin embargo, aquello es infundado por cuanto las esculturas en el cerro Santa Lucía datan de su remodelación en 1872, por iniciativa del intendente Benjamín Vicuña Mackenna,[50] y las ubicadas en la plaza de La Victoria fueron encargadas a Francia por el intendente Francisco Echaurren García-Huidobro en 1875.
[55] La historiografía peruana enfatiza el saqueo y el vandalismo que las tropas chilenas infligieron sobre diversos establecimientos públicos y privados de Lima; asimismo, los historiadores peruanos resaltan los vejámenes que padecieron los limeños durante los años de ocupación.