En Siria se encontraba el victorioso general romano Pompeyo, quien fue llamado en su auxilio por el derrocado príncipe asmoneo Hircano II para recuperar el poder.
[23] A semejanza de otras provincias del Imperio, las ciudades rivalizaban entre sí y en ocasiones llegaban al enfrentamiento armado, momento en el cual intervenían las tropas romanas para proteger el orden.
Estas agrupaciones, llamadas de modo genérico la Diáspora, mantenían un lazo estrecho con la ciudad que consideraban santa a cuyo Templo pagaban un impuesto anual y enviaban numerosas ofrendas.
En Judea, Samaria y Galilea se usaba, además, el arameo que había sido la lengua de uso común en la región desde por lo menos el imperio persa.
La capital era Cesárea, donde residía el prefecto, quien se trasladaba a Jerusalén, la ciudad más importante y el centro del pueblo judío, durante las celebraciones religiosas, en especial, la Pascua.
Según los textos cristianos que forman el llamado Nuevo Testamento y, posiblemente, Flavio Josefo (véase: Testimonio flaviano) así como las investigaciones más recientes, en esta época vivió Jesús de Nazaret, considerado el Mesías por algunos judíos contemporáneos, a partir de cuyo movimiento se originó el cristianismo.
[43][44] En la novela Ben Hur, Grato aparece como un gobernador cruel y corrupto, que condena a las galeras al protagonista.
Claudio puso al territorio, una vez más, bajo directo control romano, añadiéndole las regiones de Galilea y Perea.
Teudas, quien afirmaba ser un profeta, condujo una multitud hacia el Jordán anunciando que el río se partiría, como antaño bajo Josué, para dejarlos pasar.
Sin embargo, estos soldados comenzaron a burlarse de las costumbres del pueblo judío, profiriendo ofensivos calificativos.
Una embajada galilea planteó el caso ante el procurador, pero no fue tomada en cuenta, según Josefo porque Cumano había sido sobornado por los samaritanos.
Cumano ordenó la represión; los insurgentes fueron derrotados, se ejecutaron a algunos, otros quedaron prisioneros y el resto fue convencido por los líderes de Jerusalén para que abandonaran la lucha.
[77] Ante las acusaciones en su contra, Cumano fue llamado a Roma, junto con varios líderes judíos y samaritanos, para que respondiera ante Claudio.
Éstos, por su parte, reclamaban serlo ya que un rey judío, Herodes, la había fundado y era la capital de la provincia.
[86] La revuelta se inició en el año 66 en Cesarea, cuando, tras ganar una disputa legal frente a los judíos, los griegos perpetraron un pogromo contra el barrio en el que la guarnición romana no intervino.
[88] Las milicias victoriosas de Judea, que incluían aristócratas, pero con apoyo del campesinado dirigido por Simon Bar Giora, tomaron la iniciativa e intentaron expandir su control a la ciudad de Ascalón, pero tal campaña resultó desastrosa por lo que se abandonó la táctica del combate abierto.
[90][91] Vespasiano permaneció en Cesarea hasta la primavera del 68, preparándose para la campaña en las tierras altas de Judea y Samaria.
Al enterarse de estos hechos, Simón bar Giora abandonó Masada y se estableció en Idumea, uniendo fuerzas con el líder local Jacob ben Susa; en ese momento, los partidarios del gobierno depuesto lo llamaron a la ciudad para restablecer el orden.
[94] En la primavera del 68, Vespasiano comenzó una campaña sistemática en Judea: Afec, Lydda, Yavne y Jaffa cayeron en poder de los romanos.
Por esas fechas, la comunidad esenia de Qumrán fue atacada y dispersada, pero antes escondieron su biblioteca en cavernas cercanas, donde sería hallada en 1948.
En efecto, Vitelio, comandante militar en Germania Inferior, se rebeló y depuso a Otón, pero no fue reconocido por las provincias orientales.
[100] En cuanto a Simón, como jefe enemigo, fue decapitado durante las celebraciones de la victoria y Juan terminó sus días en prisión.
Por este motivo, Judea se convirtió en una provincia romana desvinculada de Siria, aunque mantuvo su antiguo nombre.
A pesar de la derrota, las tensiones entre judíos y griegos continuaron presentes en la región, aunque no en la Diáspora donde, excepto por el Fiscus judaicus, las comunidades judías se sentían protegidas por las leyes romanas.
Sin embargo, por circunstancias poco conocidas, esta situación comenzó a cambiar en algunas regiones como Chipre, Cirenaica y Egipto, donde algunos grupos de judíos se alzaron nuevamente en armas durante 115-117.
El líder judío de Cirene, Lukuas, también llamado Andrés por algunas fuentes, huyó a Judea donde se reunió con los líderes locales, los hermanos Julián y Pappo.
En ese momento se produjo la muerte del emperador y la ascensión al trono de Adriano, quien abandonó las conquistas mesopotámicas.
Las tropas de la legión VI Ferrata fueron enviadas para reforzar la posición romana pero no pudieron someter a los rebeldes, que casi conquistaron Jerusalén.
A principios de 136, la revuelta había sido completamente derrotada y la población judía, aniquilada en lo que algunos estudiosos consideran un verdadero genocidio.
El gobierno continuó permitiendo a los judíos ciertas libertades religiosas, como la exención del culto imperial, y gradualmente los gobernadores romanos permitieron a los judíos recuperar algunos de sus derechos comunales, como los tribunales locales y el gobierno interno, bajo la autoridad general del patriarca en Tiberías.