Este cuerpo, que experimentó una gran evolución a lo largo de los siglos, acabó convirtiéndose en una unidad prácticamente invencible cuando luchaba en un terreno adecuado y estaba dirigida por un comandante diligente.
No obstante, cuando en el año 91 a. C. estalló la guerra Social (91-88 a. C.) se rompió esta alianza militar entre pueblos itálicos y, mediante la consiguiente Lex Plautia Papiria, que otorgó la plena ciudadanía romana a todos aquellos itálicos que todavía no la tenían (los socii), los ejércitos romanos quedaron privados de la mayor parte de su caballería e infantería especializada.
Tanto es así que, a principios del siglo I a. C., la caballería romana había sido eliminada por completo de sus ejércitos.
[6] Por otra parte, la importancia del estatus ecuestre romano dentro de la caballería republicana había desaparecido por completo por esta época.
Viendo el peligro, Augusto ordenó a Tiberio abandonar su campaña en tierras germanas y retroceder con su ejército hasta Iliria.
Cuando finalizó la revuelta iliria, estas cohortes permanecieron al servicio del Imperio y a cambio conservaron su ciudadanía.
Durante el siglo II, cuando casi la mitad de las tropas imperiales estaban desplegadas en la frontera del Danubio, los regimientos de auxiliares estaban dominados por reclutas ilirios y en el siglo III ya habían sustituido en gran parte a los italianos en la cumbre del orden jerárquico militar (los praefecti en los regimientos auxiliares y los tribuni militum en las legiones).
No obstante, los jefes extranjeros continuaron liderando gran parte de las tropas auxiliares, por lo que era necesario conferirles la ciudadanía.
Tres años antes, Nerón había decidido retirar a los regimientos auxiliares reclutados entre este pueblo de Gran Bretaña.
Los tungros, lingones y tréveres e incluso tribus asentadas más allá del Rin se sumaron a la revuelta.
Los insurrectos bátavos y galos no serían derrotados hasta que Roma envió una fuerza formada por ocho legiones al mando de Quinto Petilio Cerial.
A partir del siglo II surgen en el panorama militar romano nuevas unidades conocidas como numerus (grupo) y vexillatio (destacamento).
Su obra, De re militari, contiene abundante información útil acerca del ejército romano, aunque es engañosa debido a que Vegecio no encaja sus descripciones en un marco cronológico.
[81] Se ha argumentado también que la lorica segmentata fue utilizada asimismo por los auxiliares, si bien no existe evidencia de este hecho.
No obstante, en otras provincias, como en el Danubio (Ratisbona, Viena y Budapest), las legiones se estacionaban justo en la frontera.
Tras las deducciones pertinentes, los soldados auxiliares recibían un sueldo de 78 denarios, cantidad suficiente para adquirir los alimentos que necesitaba un adulto medio durante un año.
Estos sueldos podían gastarse en actividades de ocio, ser enviados a sus familias o simplemente guardarse para la jubilación.
Estos últimos eran centuriones primus pilus, rango que normalmente se entregaba a los miembros del orden ecuestre tras un año de servicio.
Por otro lado, los hombres no pertenecientes al orden senatorial o ecuestre continuaban en el ejército mucho más tiempo, alcanzando puestos privilegiados dentro de las distintas unidades y provincias.
Como ejemplo tenemos el Ala I Flavia singularium, acantonada en Recia a mediados del siglo II.
El monumento les muestra sin estar vestidos para la batalla, pues no usan coraza, aunque sí ropa de marcha (túnica y manto).
En los registros solo se ha hallado la existencia de una a mediados del siglo II, el ala I Ulpia dromedariorum milliaria, estacionada en Siria.
No obstante, hallazgos de la arqueología moderna realizados en excavaciones próximas a antiguos fuertes romanos han arrojado luz sobre este tema olvidado.
Sin embargo, la información de los auxiliae que contenían estos papiros estaba reducida a las unidades estacionadas en Egipto y Oriente.
[151] Otro renuntia, este perteneciente a la I Hispanorum veterana, registra que un eques de esta misma cohorte fue asesinado por unos ladrones mientras patrullaba la carretera.
[153] La administración se valía de los dispositi, soldados pertenecientes a los regimientos equites cohortales estacionados en las mutationes, para transmitir rápidamente mensajes entre los fuertes próximos.
Sin embargo, los romanos establecían ciertos límites, prohibiendo todas aquellas creencias o prácticas que fuesen incompatibles con los principios básicos de la religión romana, como, por ejemplo, la prohibición de sacrificios humanos, en parte debido a que el druidismo fue prohibido durante el reinado del emperador Tiberio.
Así, cuando los soldados estaban fuera de servicio se les permitía rendir culto a cualquier dios, siempre que este no estuviera prohibido expresamente por el Estado.
La posición social no era un requerimiento imprescindible para acceder a la religión, tal y como registran las inscripciones halladas en Nida (Heddernheim).
Sin embargo, puede que contara con seguidores clandestinos en el ejército, especialmente en Oriente, donde se extendió entre los siglos II y III.