Las fuentes clásicas le describen como un tirano cruel y paranoico, ubicándole entre los emperadores más odiados al comparar su vileza con las de Calígula o Nerón.
Dichos hombres exageraron la crueldad del monarca al efectuar adversas comparaciones con los "cinco buenos emperadores" que le sucedieron.
Las décadas de guerra civil que azotaron al Imperio a lo largo del siglo I a. C. habían contribuido enormemente a la decadencia de la vieja aristocracia romana, que fue gradualmente sustituida en el poder por una nueva nobleza provincial durante la primera parte del siglo I.
[9] Al parecer, el favor imperial hacia los Flavios fue considerable a lo largo del periodo comprendido entre 40 y 60.
Mientras Tito recibía una extraordinaria educación en la corte imperial junto a Británico, Vespasiano ejerció importantes magistraturas civiles y militares.
[11] Al finalizar su formación militar, Tito se unió a su padre y dirigió personalmente una de sus tres legiones durante la campaña.
A diferencia de su hermano Tito, no fue criado propiamente en la corte imperial, ni parece que recibiera una educación militar formal; aunque Suetonio le describe como un arquero muy diestro.
Paralelamente, su hermano, Tito Flavio Sabino, era praefectus urbi, por lo que controlaba el destacamento militar estacionado en la ciudad.
[38] No obstante, su poder y autoridad eran puramente nominales, presagio del papel que desempeñaría a lo largo de los siguientes doce años.
[39] A fin de controlarle, se mantuvo una estrecha vigilancia sobre el séquito del César; además, los militares más influyentes como Arrio Varo, praefectus praetorio, o Marco Antonio Primo, comandante de los efectivos del emperador en Bedriacum, fueron enviados a peligrosas misiones en provincias lejanas y sustituidos por hombres fácilmente controlables como Marco Arrecino Clemente.
Desde la capital se enviaron siete legiones comandadas por el cuñado del emperador, Quinto Petilio Cerial, que sometió rápidamente a los sediciosos.
[42] Fracasada su carrera política y militar, el futuro emperador centró su atención en los asuntos que afectaban a su vida doméstica.
[43] Vespasiano, aunque en un principio se opuso a esta unión, cedió al ver lo beneficiosa que era para ambas familias.
[44] Al parecer el matrimonio fue feliz,[45] aunque se vio obligado a tolerar constantes acusaciones de adulterio y divorcio.
[47] Sin embargo la haría volver; quizá por amor o con el objeto de acallar los rumores que le relacionaban con su sobrina, Julia Flavia.
[81] El emperador subvencionó los viajes que desde cualquier parte del Imperio efectuaban los competidores, y costeó los premios.
[89] Cuando ascendió al trono, el emperador trató de labrarse la reputación como militar que no había podido conseguir hasta entonces.
El historiador dedica gran parte de la obra a la campaña realizada por este en Britania entre los años 77 y 84.
[102] Sin embargo, la situación se complicó cuando los dacios consiguieron derrotar a los romanos en Sarmizegetusa, y los germanos devastaron la frontera alemana.
En 85 se designó a sí mismo censor perpetuo, magistratura responsable de supervisar la moral y conducta romana.
[111][112] Algunos historiadores actuales señalan que no existen pruebas suficientes de una verdadera opresión religiosa ejercida durante su reinado.
Quizá Norbano fuera nombrado praefectus de Egipto, pero lo más probable es que alcanzara la prefectura pretoriana en 94, con Tito Petronio Segundo como colega.
La mayor parte de los emperadores estimularon esta falsa fachada democrática al tiempo que se aseguraron su reconocimiento como monarcas («princeps») entre los senadores.
[130][131] Se condenó a muerte al menos a veinte opositores políticos e ideológicos,[n. 5] entre los que se encuentran el anterior marido de Domicia Longina, Lucio Elio Lamia, y tres miembros de la familia imperial, Tito Flavio Sabino, Tito Flavio Clemente y Marco Arrecino Clemente.[n.
Por otra parte, su ecuánime trato tanto al patriciado como a la realeza le valió el desprecio del pueblo.
Juvenal satiriza cruelmente a su administración en sus Sátiras, en las que describe el entorno del emperador como corrupto, injusto y violento.
Durante el transcurso del siglo XX se volvieron a evaluar las políticas militares, administrativas y económicas de Domiciano.
Tras sus estudios, Jones concluye que la política exterior del emperador era realista: rechazaba la guerra expansionista y se inclinaba por negociar tratados con sus enemigos; de ese modo se rompía con la tradición militar romana, que llamaba a la conquista de nuevos territorios mediante ataques violentos.
Por otra parte, los estudios de Jones sostienen que cesaron las persecuciones desarrolladas sobre las minorías religiosas, incluso sobre judíos y cristianos.
[108] También se implicó personalmente en todas las ramas de su administración, haciendo que cesara la corrupción existente entre los funcionarios públicos.