[59][60] El teólogo Juan Antonio Estrada ha destacado, por su parte, otra consecuencia: la «superación del templo, en favor de la comunidad».
[70][71][72] Tras su conversión desplegó una intensa labor de difusión del cristianismo por Siria, Chipre, Asia Menor, Macedonia y Grecia.
[94] Hasta el año 70 las comunidades cristianas no se platearon escribir ningún libro, pero lo que sí hicieron fue intercambiar cartas entre ellas.
[112][116][117][118] Asimismo se extendió, aunque en menor medida, por las ciudades de la mitad occidental del Imperio, incluida la capital Roma.
[114] Tras la ejecución de Jesús, las autoridades del Imperio romano no dieron especial importancia al naciente movimiento religioso cristiano.
Distintos historiadores han dado credibilidad a estas fuentes y han considerado que Domiciano promovió «una organizada persecución contra la nueva religión, no solo en Roma, sino en otros territorios del Imperio», especialmente Asia Menor («como se puede deducir de la lectura del Apocalipsis: las Iglesias de Éfeso, Pérgamo y Esmirna, entre otras, sufren sus consecuencias»).
[148] Con Trajano, a principios del siglo II, el Estado romano quiso dar una respuesta oficial al «problema cristiano».
[161] En cualquier caso, esta será la postura de los emperadores romanos frente a la nueva religión durante los siguientes 150 años.
[178] Por otro lado, también explica que cada «iglesia» tuviera «su teología, su concepción comunitaria, su liturgia y su cuerpo jurídico», diferenciado de las demás.
[185] Conforme la esperada parusía, o segunda venida de Cristo, se retrasaba, las comunidades cristianas fueron acentuando su carácter ético y testimonial.
[202][203][204] En las primeras comunidades hubo mujeres diáconos (diaconisas) como por ejemplo Junia, mencionada por Pablo en la epístola a los romanos (Rom 16:7).
[205][203] No hay ninguna alusión a mujeres sacerdotes, lo cual es lógico porque en el siglo I toda la comunidad era sacerdotal.
[208] En los dos siglos siguientes se menciona a las diaconisas, pero no como diáconos, sino como auxiliares en la ceremonia del bautismo de las mujeres ya que el ritual exigía que se desnudasen cuando entraran en la pila bautismal y así no eran vistas ni tocadas por ningún varón.
Estos imponían severas penitencias para que el pecador pudiera reconciliarse con su iglesia y no ser apartado de ella (excomunión), aunque quedaban marcados para siempre.
[213] Los obispos también pasaron a administrar el bautismo —los laicos solo podrían hacerlo en casos excepcionales, como el de un enfermo grave—[214] y a presidir la ceremonia de la eucaristía, aunque continuó sin distinguirse, como se haría más tarde, entre los que celebran y los que asisten.
A principios del siglo III Tertuliano ya separó al ordo sacerdotalis de la plebs o laici.
[224] «Reclamaron para sí el título de maestros en la fe, al que se subordinaban los presbíteros y, sobre todo, los laicos».
«Las comunidad» debían someterse a ellos y no podían destituirlos, porque habían sido impuestos por los apóstoles», ha afirmado Juan Antonio Estrada.
[226][237] Los escritos aceptados serán llamados canónicos, mientras que los rechazados recibirán el nombre de apócrifos (del griego apokryphos, 'oculto', 'escondido').
[262] El gnosticismo, en realidad, «nunca fue un movimiento unitario ni organizado, sino una pluralidad de escuelas, sectas, maestros y pensadores...
[339] Estos apologetas también fueron los primeros teólogos, pues, en el intento de defender la doctrina cristiana, se vieron obligados a precisarla y fijarla.
Sólo al final del siglo II aparecen apologistas de lengua latina, como Tertuliano y Minucio Félix.
[371] «Ninguna comunidad cristiana se consideró nunca a sí misma como una célula aislada de los demás», ha señalado José Fernández Ubiña.
[130] A principios del siglo IV tuvo lugar la «Gran Persecución» ordenada por el emperador Diocleciano en 303 y agravada en sucesivos decretos.
El ajusticiado, por un suplicio infamante llevado a cabo ante los ojos de la multitud, se identifica con Jesús y sus sufrimientos.
[427][428] Este tipo de escritos, que alcanzaron una gran difusión entre las iglesias cristianas, sirvieron eficazmente para difundir y consolidar la nueva fe.
En cuanto al Hijo afirmó que en él había una sola persona, pero dos esencias o substancias: la divina y la humana.
También a diferencia de Tertuliano valorará positivamente las herramientas racionales que proporciona la filosofía para explicar el mensaje cristiano.
[465][466] En la segunda mitad del siglo III algunos cristianos decidieron retirarse al desierto, que siempre había figurado en el imaginario colectivo como un lugar de purificación.
[482] Mucho más contundente era el Antiguo Testamento que en varios pasajes prohibía expresamente fabricar imágenes, con la finalidad de prevenir la idolatría.