Etnarca (ἐθνάρχης) se refiere generalmente a un cargo político con poder sobre un grupo étnico común.
Etnarca era el título que recibía el comandante de los ejércitos extranjeros que servían al emperador romano; en la Antigüedad Clásica era frecuente reclutar mercenarios por nacionalidad.
El caso de los etnarcas era bastante diferente en el Imperio otomano (sucesor político del de Bizancio); dichas comunidades eran reconocidas como entidades legítimas (millet), y por tanto, se les permitía ser escuchadas por el gobierno a través de un representante oficialmente reconocido.
Cuando el sultán otomano Mehmed II decidió formalizar dicho diálogo, la elección lógica para las comunidades cristianas fue elegir al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
Para la menor, pero también influyente diáspora judía, se garantizó una posición similar al Jajam Bashi, esto es, el Gran Rabino.