Según Ramón Teja, este crecimiento del cristianismo se explica por la grave crisis económica, política, militar y cultural que vivió el Imperio romano durante ese siglo.[4] Esta «Gran Iglesia» se define a sí misma como «universal» (católica, en griego).[3] «Ninguna comunidad cristiana se consideró nunca a sí misma como una célula aislada de los demás», ha señalado José Fernández Ubiña.También se celebraron concilios «provinciales» en Alejandría, en Antioquía, en Roma y en otras ciudades del Imperio.[8] Solo en uno de ellos se recurrió a la autoridad política, el emperador Aureliano, para que se cumpliera lo acordado: la destitución en 268 del obispo Pablo de Samosata por sus ideas monarquianas y por su comportamiento calificado como inmoral y prepotente.[12] Desde luego, según este mismo historiador, «nada prueba que en los siglos I y II se le reconociera [a la iglesia de Roma] un rango o autoridad superior a otras iglesias...Eran muchas las que podían enorgullecerse de haber sido fundadas por Pablo o por otros apóstoles».[8] Para intentar imponer su criterio Esteban defendió la supuesta preeminencia eclesiástica y jurídica de Roma, interpretando a su modo el tratado De unitate escrito por el propio obispo Cipriano, quien se opuso frontalmente a su pretensión.[20] Especialmente a partir de la segunda mitad del siglo II tuvieron que sufrir actuaciones aisladas y limitadas de algunas autoridades provinciales y locales que respondían a las denuncias presentadas contra los cristianos, movidas por el creciente sentimiento popular anticristiano que se fue extendiendo en muchas ciudades del Imperio y que en alguna ocasión dio lugar a estallidos de violencia como en Lyon,[21] Cartago o Alejandría.Sin embargo, los sucesores de Septimio Severo se mostraron tolerantes, en especial Alejandro Severo (222-235),[26] e incluso uno de ellos, Filipo el Árabe (244-249), fue abiertamente filocristiano (si es que no llegó a convertirse).Le siguió una nueva etapa de tolerancia religiosa durante la cual se produjo una división en el seno de las comunidades cristianas sobre la cuestión de si debían volver a ser admitidos en su seno a aquellos que habían apostasiado (lapsi) aunque lo hubieran hecho solo para salvar sus vidas y hubieran mantenido su fe.[30][31] El conflicto más agudo se planteó en la provincia del África proconsular, dando lugar al donatismo, que sería declarado «herético» y cuyo antecedente más inmediato fue el novacianismo.[32] A principios del siglo IV tuvo lugar la «Gran Persecución» ordenada por el emperador Diocleciano en 303 agravada en sucesivos decretos.[36][37] A partir del siglo II se propagó una abundante literatura martirial, que nació del deseo de dar testimonio del heroísmo de los cristianos que habían muerto por su fe, y que se desarrolló en dos géneros diferentes: las Actas de los Mártires y las Pasiones o Gesta (Martyria, en griego).[38] Este tipo de escritos, que alcanzaron una gran difusión entre las iglesias cristianas, sirvieron eficazmente para difundir y consolidar la nueva fe.En cuanto al Hijo afirmó que en él había una sola persona, pero dos esencias o substancias: la divina y la humana.[50] Sucedió a su maestro Clemente[51][52] al frente de la famosa Escuela catequística de Alejandría (Didaskaleion), en la que no sólo se enseñaba la doctrina y la moral cristianas sino también disciplinas científicas y filosóficas.A pesar de todas estas vicisitudes Orígenes siguió atrayendo discípulos y se convirtió en el «sabio más erudito y admirado de la cristiandad, el primer teólogo profesional», según Jesús Mosterín.También a diferencia de Tertuliano valorará positivamente las herramientas racionales que proporciona la filosofía para explicar el mensaje cristiano.Fue encarcelado y cruelmente torturado, dejándolo inválido e incapacitado para cualquier actividad.Sus últimos años de vida fueron una miserable, oscura y lenta agonía hasta que murió en 254.[67] En la segunda mitad del siglo III algunos cristianos decidieron retirarse al desierto, que siempre había figurado en el imaginario colectivo como un lugar de purificación.Tras escuchar un sermón que hablaba del pasaje del Evangelio en que se aconseja desprenderse de las riquezas y entregarlas a los pobres decidió retirarse primero a un cementerio y luego al desierto de Tebaida (instalándose en un sepulcro).[69] Atanasio de Alejandría escribió Vida de Antonio, una obra muy leída en la que relató su lucha contra los demonios[nota 2] que le tentaban o le atacaban (un tema reiteradamente representado en la iconografía cristiana posterior).Para regular la vida en común, intentando combinar el trabajo manual con la oración, Pacomio escribió (en copto, su lengua) una regla que sería seguida por otras comunidades de anacoretas, por lo que se le considera el fundador del movimiento cenobítico.Ellos mismos eran el templo de Cristo, lo que, por otro lado, desconcertaba a griegos y romanos: «Nosotros somos templo de Dios vivo», había escrito Pablo en la segunda epístola a los corintios (2Cor 6:16); «El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene, él que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos construidos por hombres, ni lo sirven manos humanas...», dijo también Pablo en Atenas, según relatan los Hechos de los Apóstoles (Hch 17: 24-25).[73] Mucho más contundente era el Antiguo Testamento que en varios pasajes prohibía expresamente fabricar imágenes, con la finalidad de prevenir la idolatría.A posteriori se añadirá también la función instructora y pastoral de las representaciones plásticas».Sólo el que conozca los pasajes evangélicos de Mt 9:1-8, o Mr 2:1.12 o Lc 5:17-26 podrá interpretarlo correctamente al recordar la frase de Jesús: «levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».De la segunda mitad del siglo III datan los que presentan ya algún rasgo cristiano.
Mosaico del siglo
III
que muestra la
damnatio ad bestias
, una de las formas de ajusticiar a los cristianos.
Retrato imaginario de
Tertuliano
incluido en el libro
Les vrais pourtraits et vies des hommes illustres
publicado en París en 1584.
Sarcófago de la Via Salaria (segunda mitad del siglo
III
. Aparece el tema del filósofo, acompañado de las figuras del pastor (
crióforo
) y de la
Pietas
, pero es difícil saber si se trata de un sarcófago cristiano o «pagano».