Apolonio de Tiana

Dejó de comer carne, argumentando que «vuelve espeso el espíritu y lo hace impuro».

El único alimento puro, decía, es aquel que proviene de la tierra: las frutas y verduras.

Quiso ser admitido en los misterios de Eleusis, mas fue tratado como un mago y se le prohibió la entrada en ellos.

Este interdicto no le fue levantado sino cuando ya estaba en los últimos días de su vida.

Estos le ofrecieron una crecida suma, pero él la aceptó sólo para dársela como dote a la doncella.

Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino preguntó a Apolonio qué pensaba del Emperador: «Le hago mucho más favor que tú, respondió el filósofo; tú le crees digno de cantar; yo de callarse».

Apolonio se limitó a contestarle: «Ten muchos amigos y pocos confidentes».

Desterrado después por el mismo emperador, murió al poco tiempo, lo cual no fue obstáculo para que a su muerte se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos.

[5]​ Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantuvo viva aún entre los cristianos.

[9]​ Similarmente, Robert M. Price en su libro del 2011 The Christ-Myth Theory and its Problems, notó que los textos antiguos frecuentemente comparaban a Jesús con Apolonio y que ambos caben en el arquetipo de héroe mítico.

[10]​ G. K. Chesterton (escritor y apologista cristiano), sin embargo, resaltó que el juicio único, el sufrimiento y la muerte de Cristo son opuestas a las historias de Apolonio, las cuales identificó como falsas.

Apolonio de Tiana por Barthélémy de Mélo (1685-1687). Parque de Versalles, rotonda de los filósofos.