En esta época, entre los siglos II a IV, todavía no se había impuesto el modelo basilical.
Algunas de las domus ecclesiae habían sido donadas a la Iglesia por los propietarios y se convirtieron en las llamadas tituli.
[3] En el siglo IV Roma contaba con veinticinco,[4] a las que probablemente se unieron muchas otras iglesias domésticas privadas.
Sin embargo, es difícil separar las características arquitectónicas específicas de su decoración del existente en los repertorios paganos.
Por motivos fundamentalmente prácticos, fueron sustituidas por basílicas donde pudieran reunirse un número mayor de fieles y construidas especialmente para el culto.