Propagó el arrianismo entre los pueblos germánicos, particularmente los visigodos, ostrogodos y vándalos.
Estaba emparentado lejanamente con la familia imperial de Constantino I el Grande, lo que le proporcionó los medios para ascender desde la insignificante sede episcopal de Berytus hasta la de Constantinopla, y además le permitió alcanzar gran poder eclesiástico.
Durante el Primer Concilio de Nicea (325) firmó la Confesión, pero solo tras una larga y desesperada oposición.
[3] Su defensa de Arrio y sus tesis encolerizó al emperador y un par de meses después del concilio fue condenado al exilio.
Tras un intervalo de tres años, consiguió recuperar la confianza imperial y tras su vuelta en 329 consiguió que toda la maquinaria del gobierno se pusiera de su lado para imponer sus tesis sobre toda la Iglesia Cristiana.