Filipo el Árabe fue uno de los pocos emperadores romanos del siglo III que le tuvo simpatía a los cristianos,[1] aunque su relación con el cristianismo es una temática oscura y polémica.
Filipo nació en Auranitis, un distrito árabe al este del Mar de Galilea.
[2] Filipo sirvió como prefecto del pretorio, comandante de la Guardia Pretoriana, a partir del año 242; posteriormente, fue nombrado emperador en el año 244.
A finales del siglo III y durante el IV, algunos clérigos sostuvieron que Filipo había sido el primer emperador cristiano; así fue descrito en la Crónica de Jerónimo que era muy conocida durante la Edad Media[3] y en el muy popular Historia Adversus Paganos de Orosio (la Historia Contra los Paganos).
[5] La más importante sección de la Historia de Eusebio sobre las creencias religiosas de Filipo describe la visita del emperador a una Iglesia en Sábado Santo cuando se le negó la entrada por parte del obispo hasta que éste confesase sus pecados.