[Nota 2] La expresión Acta martyrum en sentido genérico, se aplica a todos los textos narrativos de la muerte de los mártires; pero posee un significado más restringido y preciso, cuando se refiere, en lenguaje técnico, a las actas oficiales del proceso y condena.
Una vez introducida esta distinción, la denominación de acta queda reservada para los procesos verbales (por ejemplo, Acta martyrum Scyllitanorum) mientras que a los restantes relatos referentes a los mártires, se aplica el nombre de passio, en todas sus diversas formas (gesta, martyrium, legenda).
Es necesario añadir, sin embargo, que en el grupo de las acta van incluidos algunos textos, que contienen partes narrativas ajenas al proceso verbal, pero de un valor documental e histórico equivalente (Acta-Passio SS. Perpetuae et Felicitatis, por ejemplo).
Las antiguas comunidades cristianas tuvieron un gran interés en conservar el recuerdo de sus mártires, como prueban las noticias referidas en el relato del martirio de San Policarpo (m. 156),[Ref 1] cuyo recuerdo se veneraba anualmente en Esmirna.
Según este criterio se establecen seis grupos de textos: Si se consideran los elementos que distinguen los seis grupos, es posible constatar que el primero y el segundo se refieren a un tipo uniforme de textos por el carácter coetáneo y directo de la información; los dos siguientes contienen relatos, fundados en diversa medida, en datos al menos parcialmente seguros; los dos últimos, en cambio, son verdaderas fantasías sin base histórica.
[Nota 8] Este tema, del mártir que imita a Cristo, aparece ya en los primeros escritores cristianos.
En esta transformación y desarrollo, negativo desde el punto de vista crítico, influyeron en grado considerable varios factores: la difusión del culto a las reliquias, con los inevitables abusos fácilmente imaginables; veneración al santo mártir, patrono de la ciudad, monasterio o iglesia, que obligaba a encontrarle o inventarle una vida; el ambiente particularmente religioso y devoto de la Edad Media, favorecido por los monjes que se contaban entre los más activos escritores de los textos hagiográficos.
Algo parecido sucedió en la Iglesia oriental, donde las numerosas pasiones se recogieron en forma abreviada en los libros litúrgicos, por ejemplo en los santorales (menaea), en los que se introdujo para cada día de los 12 meses del año una cita acerca de la vida y martirio del santo.
La obra ha prestado un valioso servicio a la hagiografía al salvar diversos textos posteriormente extraviados.
Durante la Baja Edad Media se confeccionaron numerosas colecciones de Vidas de santos, Pasionarios, Legendarios, etc., que todavía se encuentran en diversos códices de las bibliotecas europeas; otros, en cambio, se refundieron arbitrariamente en otras recopilaciones posteriormente impresas y traducidas en lengua vulgar; constituyendo así una copiosa literatura que alcanza hasta el Renacimiento.
[Nota 13] Su origen y valor no eran homogéneos, puesto que sólo 74 números contenían el texto de las pasiones, mientras que los restantes eran párrafos y fragmentos tomados de antiguos escritores cristianos, como Eusebio, Juan Crisóstomo, Basilio e incluso Prudencio, de cuyos himnos había extraído párrafos relativos a los mártires San Hipólito y San Lorenzo.
H. Achelis, J. Geffken, A. Harnack, en Alemania; P. Allard, J. Leclercq, en Francia; el jesuita F. Grossi-Gondi, Fr.
La aportación más valiosa se debe, no obstante, al bolandista H. Delehaye, de cuyos escritos sería posible extraer una summula crítica.