Modalismo

El modalismo (término acuñado en el siglo XIX[1]​[2]​) es una posición teológica antitrinitaria que, de acuerdo con sus defensores, se ciñe de manera estricta al concepto monoteísta sobre Dios expreso en la Biblia.

En la actualidad sus principales defensores, los pentecostales unicitarios, optan mejor por utilizar el término unicidad de Dios para referirse a dicha doctrina.

Aunque hoy en día existen algunas controversias entre los partidarios del modalismo, todos concuerdan en algo y es en que Dios no consiste es una esencia que existe en tres personas distintas; sino, más bien, en un único ser que se manifiesta de tres modos distintos (sea en diferentes tiempos o simultáneamente).

[3]​ Para defender su posición a menudo apelan a la naturaleza dual de Cristo para así explicar como Jesucristo y Dios siendo la misma persona pueden interactuar entre sí desde perspectivas distintas.

Según sus seguidores actuales, las ideas modalistas debieron alcanzar una difusión notable entre los cristianos de los siglos II y III, ya que Tertuliano (un trinitario temprano) escribió una de sus principales obras teológicas, Contra Praxeas, específicamente para refutar esta doctrina.

Fue en este documento donde Tertuliano utilizó por vez primera el vocablo latino trinitas que significa Trinidad.

"El Hijo —y por lo mismo el Espíritu Santo— no son más que nombres, formas de hablar con las que nos referimos a un único ser" («vox et sonus oris»: Adv.

Los historiadores han usado el término monarquianismo para describir dos creencias completamente diferentes y sin ninguna relación doctrinal entre sí.

De otro lado, el monarquianismo dinámico o adopcionismo, declaraba que Jesús era un ser inferior y subordinado a Dios.

Los líderes modalistas más prominentes fueron Noeto de Esmirna, Práxeas y Sabelio.

Para defender su tesis, recurría sobre todo a los textos de la Escritura sobre la Unicidad Divina y la unión del Hijo con el Padre.

"El Hijo —y por lo mismo el Espíritu Santo— no son más que nombres, formas de hablar con las que nos referimos a un único ser" («vox et sonus orís»: Adv.

El historiador Adolf von Harnack, a propósito del conflicto desatado entre Hipólito y los obispos Ceferino y Calixto, afirmó que la Unicidad de Dios era la posición mayoritaria de aquella época,[9]​ siendo la fe común de la gente sencilla, y que esta fue modificada posteriormente por la influencia de la especulación que desarrollaron los apologistas griegos, quienes enseñaron que el logos (el Verbo o la Palabra) era alguien distinto al Padre, lo que conllevó a la formulación de los dogmas trinitarios en los siglos IV y V.

Contra él escribió Audiencio, un obispo español católico, que en el libro titulado De fide adversus omnes haereticos, se dirigió a sus seguidores como fotinianos (también conocidos como bonosiacos).

La acusación contra Prisciliano era que este no aceptaba el dogma de un Dios compuesto por personas divinas y se alineaba con posiciones sabelianistas.

Condenado en un sínodo provincial celebrado en Soissons en 1121, tuvo que quemar públicamente su libro y retirarse a un convento.