Adolf Hitler y varios nazis clave habían sido educados como católicos, pero se volvieron hostiles a la Iglesia en su edad adulta.
En 1937, la encíclica papal Mit brennender Sorge, acusó al gobierno de una hostilidad profunda, oculta o manifiesta, contra la humanidad así como hacia Cristo y su Iglesia.
La Santa Sede, con la Ciudad del Vaticano rodeada de la Italia fascista, fue oficialmente neutral durante la guerra, pero utilizó la diplomacia para ayudar a las víctimas y trabajar por la paz.
La actitud del Partido de Centro se había convertido en crucial, ya que la acción no podía ser aprobada únicamente por la coalición nazi y el DNVP.
[39] Según el historiador Derek Hastings, muchos católicos se sintieron amenazados por las posibilidades del socialismo radical impulsado, percibidas, por una camarilla de judíos y ateos.
[56][57] Joseph Goebbels, ministro de propaganda, se encontraba entre los radicales anti-iglesia más agresivos y vio el conflicto con las iglesias como una preocupación prioritaria.
[69] En 1924, Hitler escogió a Rosenberg para supervisar el movimiento nazi mientras estaba en prisión —esto puede haber sido porque no era adecuado para la tarea y improbable que emergiera como un rival—.
[99] La Ley permitió que Hitler y su gabinete gobernaran por decreto de emergencia durante cuatro años, aunque Hindenburg se mantuvo presidente.
Pacelli dijo a un representante inglés que la Santa Sede únicamente había acordado preservar la Iglesia católica en Alemania; también expresó su aversión al antisemitismo.
[126] Según Paul O'Shea, Hitler tuvo un «descarado despreocupamiento» para el Concordato, y su firma fue un primer paso en la «supresión gradual de la Iglesia católica en Alemania».
Cuando las violaciones nazis del Reichskonkordat escalaron para incluir la violencia física, el papa Pío XI emitió la encíclica de 1937 Mit brennender Sorge.
[115] Hitler tuvo una «descarada desconsideración» por el Concordato, escribió Paul O'Shea, y su firma fue un primer paso en la «supresión gradual de la Iglesia católica en Alemania».
[153] Fritz Gerlich, el editor del semanal católico de Múnich, Der gerade Weg, murió durante la purga por su estridente crítica a los nazis.
[178] El concordato de 1933 entre Alemania y la Santa Sede prohibía al clero participar en la política, debilitando la oposición que ofrecían los líderes católicos alemanes.
[183] Institucionalmente, la Iglesia católica de Alemania ofrecía una resistencia organizada, sistemática y consistente a las políticas gubernamentales que violaban la autonomía eclesiástica.
En general, [ambas iglesias] únicamente intentaron afirman sus propios derechos y raramente emitieron cartas pastorales o declaraciones que indicaran cualquier objeción fundamental a la ideología nazi».
La política abrió el camino al asesinato de todas las «personas improductivas», como los viejos caballos o vacas, «¿quién puede seguir confiando en su médico?».
Nunca apoyó la resistencia activa contra el gobierno, escribió Griech-Polelle, y no fue interrumpido ni arrestado por las autoridades estatales tras entregar los sermones de 1941.
[234] Otros sacerdotes católicos encarcelados en el campo provenían de Checoslovaquia, Holanda, Yugoslavia, Bélgica, Italia, Luxemburgo, Lituania, Hungría y Rumanía.
Berben escribió: «El comandante en aquella época, Hans Loritz, los perseguía con feroz odio y, por desgracia, encontró algunos prisioneros para ayudar a los guardias en su siniestro trabajo».
El coronel Hans Oster del Abwehr envió un abogado y devoto católico, Josef Müller, en un viaje clandestino a Roma para buscar ayuda papal en la trama.
[299] Con la invasión de Polonia, pero Francia y los Países Bajos aún sin haber sido atacados, Pío XII continuó esperando una paz negociada para evitar la propagación del conflicto.
[161] Con sus confidentes, Hitler despreció al papa, describiéndolo como un chantajista[303] que restringía a Mussolini y filtraba la correspondencia alemana confidencial en el mundo.
Cuando se convirtió en papa, como Pío XII, en marzo de 1939, la Alemania nazi fue el único gobierno que no envió un representante a su coronación».
Había hablado con el asistente norteamericano del padre general, que se comprometió a examinar la cuestión en diciembre de 1938, pero no informó nada.
[332] En Roma en 1942, el enviado estadounidense Myron C. Taylor, agradeció a la Santa Sede las «expresiones directas y heroicas de indignación hechas por Pío XII cuando Alemania invadió los Países Bajos».
[328] Sin éxito, Pío XII intentó disuadir al dictador italiano Benito Mussolini de que se uniera a la Alemania nazi en la guerra.
[390] Católicos y sus líderes no-nazis fueron arrestados como posibles fuentes de disensión en las nuevas repúblicas comunistas que se formaron en la Europa del Este e intentaron emigrar.
[351] Gerald Steinacher escribió que Hudal tuvo relaciones personales con Pío XII durante muchos años antes y fue una figura influyente en el proceso de fuga.
[399] El papa Juan Pablo II sufrió la ocupación nazi de Polonia, participó en la resistencia cultural polaca y se unió a un seminario clandestino durante la guerra.