[6] Fueron pertrechados con los escasos medios del arsenal de La Carraca para volver a la mar lo antes posible, mientras la diezmada escuadra española, con sus tripulaciones en un estado lamentable y sin haber recibido paga durante meses estaba mandada por el almirante Juan Ruiz de Apodaca.Los franceses no pudieron abandonar la bahía por tres años debido al bloqueo del contraalmirante John Child Purvis con doce navíos.[5] Los barcos franceses fueron reparados rápidamente, sus tripulaciones completadas con los sobrevivientes de los navíos perdidos y avituallados con el exiguo material del Arsenal La Carraca.Reconocieron apoyar el movimiento insurrecto, mas querían estar seguros de que la junta formada en Sevilla solo seis días antes representaba a un gobierno legítimo y nacional, no una insurrección efímera, así que enviarían oficiales a esa ciudad y el mariscal Félix Jones haría levas en los pueblos vecinos.[13] El bando se publicó esa noche, pero una multitud obligó al marqués a anunciar una nueva junta de oficiales para la mañana siguiente y atacaba al cónsul francés Le Roy, quien debió refugiarse en el convento San Agustín y luego con la escuadra gala.En esa penumbra Rosily hizo fondear a sus barcos de la mejor forma para atacar a las posiciones españolas y envió botes para reconocer el caño del Trocadero, pero fueron detectados y el gobernador hizo ocupar aquella posición.En el caos, el gobernador huyó por una terraza, donde intentó agarrarlo Olaechea, pero en el forcejeo el ex fraile cayó a su muerte.Durante el trayecto a la horca en la plaza San Juan de Dios es apuñalado en el estómago por un joven llamado Florentino Ibarra o Pizarro.Otro amigo suyo, Carlos Pignatelli, se abre paso entre la chusma y acaba con su agonía atravesándole el pecho con un sable.Los seis grandes buques iban acompañados de diez faluchos, una gabarra, una balandra y doce lanchas o botes, todas embarcaciones artilladas, como fuerzas sutiles.[37][38] Se hizo todo lo posible para organizar a los hispanos con los escasos medios del arsenal local.[19] Rosily se dio cuenta de esto e intentó retrasar la batalla mediante cartas con las autoridades españolas ya que su única esperanza era la llegada del ejército imperial por tierra o hacerse con el arsenal.Su plan era ubicarlas en primera línea seguidas por las bombarderas, fuera del alcance de los galos, y aún más atrás los botes auxiliares con tropas y pertrechos listos para abordar o sacar a remolque cualquier buque de la zona que se pudiera.También se organizó una serie de banderas para coordinar mediante señales los navíos, baterías y fuerzas sutiles.Morla ordenó los preparativos para el ataque y el 9 de junio envía una advertencia a los franceses instándoles a la rendición incondicional en dos horas o «…soltaré mis fuegos de bombas y balas rasas (que serán rojas si V.E.En cambio, los franceses centraron su artillería contra las baterías costeras, especialmente en Punta Cantera, desmontada por L'Algésiras después de sufrir 8 muertos y 26 heridos.[43][3] El 10 de junio en la mañana, Rosily intentó negociar con Morla un permiso para que su escuadra pudiera salir sin ser atacados por españoles ni británicos pero le fue negado.[3][43] Durante la tarde los oficiales franceses se debaten entre atacar La Carraca, mal defendida o no.[44] Entre tanto, a los españoles se les estaba agotando la pólvora y no era posible un nuevo ataque como el primer día.Como diría el ministro de relaciones exteriores, George Canning: «Ya no recuerdo que la guerra ha existido entre España y Gran Bretaña.[53] La debilidad fue tal que para reforzar a sus ejércitos en Perú, se compraron en 1818 navíos rusos pero causaron polémica por considerarse anticuados, ineficientes e insalubres.